¿Cómo podría?

¿Cómo podría?
No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios? Génesis 39:9.
Paco miró a un lado y al otro; quería tener la seguridad de que ningún conocido lo veía. Daba la impresión de que su corazón hacía un ruido tan escandaloso que llamaba la atención de los demás. Nunca había hecho nada parecido. Sentía miedo. ¿Miedo de la disciplina? ¿O de lo que sus padres pensarían si descubriesen lo que había hecho?
El texto de hoy presenta la historia de un joven llamado José. En algún momento, este muchacho también vivió una experiencia como la de Paco. Pero, él supo decidir. La historia de José abarca muchas páginas del libro del Génesis. Sin embargo, hoy vamos a concentrarnos solo en un episodio de su vida; uno de los relatos más inspiradores de la Biblia. José había descubierto lo que significa ser cristiano.
La historia bíblica relata que José había hallado gracia a los ojos de Potifar, y lo había nombrado mayordomo de su casa y le había confiado todo lo que tenía. Pero, un día, la esposa de Potifar comenzó a mirarlo con ojos de codicia, y se acercó a José tentadoramente. El versículo 7 relata: “Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mí señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene”.
Date cuenta del respeto que José tenía por el prójimo. Él vivía la regla de oro: “Trata a las personas como quieres que ellas te traten”. Pero, la última parte del versículo de hoy presenta una pregunta que este joven extraordinario se hizo a sí mismo ante la tentación. Este es el centro del mensaje de hoy: “¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?”
En el momento de la tentación, la preocupación de José no fue “¿Qué dirán mis padres?” o “¿Qué pensará Potifar?” No pensó en las consecuencias en esta tierra. La pregunta que se hizo fue: ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios? En otras palabras, ¿cómo heriría su corazón?
José había descubierto el secreto de la vida cristiana: su vida era una vida de amor y de compañerismo con Dios. En el momento de la tentación, su preocupación fue no defraudar la confianza de su Padre amado.
Sal, hoy, tomado de la mano de Jesús y, frente a la tentación, pregúntate, como José: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?”

No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios? Génesis 39:9.

Paco miró a un lado y al otro; quería tener la seguridad de que ningún conocido lo veía. Daba la impresión de que su corazón hacía un ruido tan escandaloso que llamaba la atención de los demás. Nunca había hecho nada parecido. Sentía miedo. ¿Miedo de la disciplina? ¿O de lo que sus padres pensarían si descubriesen lo que había hecho?

El texto de hoy presenta la historia de un joven llamado José. En algún momento, este muchacho también vivió una experiencia como la de Paco. Pero, él supo decidir. La historia de José abarca muchas páginas del libro del Génesis. Sin embargo, hoy vamos a concentrarnos solo en un episodio de su vida; uno de los relatos más inspiradores de la Biblia. José había descubierto lo que significa ser cristiano.

La historia bíblica relata que José había hallado gracia a los ojos de Potifar, y lo había nombrado mayordomo de su casa y le había confiado todo lo que tenía. Pero, un día, la esposa de Potifar comenzó a mirarlo con ojos de codicia, y se acercó a José tentadoramente. El versículo 7 relata: “Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mí señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene”.

Date cuenta del respeto que José tenía por el prójimo. Él vivía la regla de oro: “Trata a las personas como quieres que ellas te traten”. Pero, la última parte del versículo de hoy presenta una pregunta que este joven extraordinario se hizo a sí mismo ante la tentación. Este es el centro del mensaje de hoy: “¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?”

En el momento de la tentación, la preocupación de José no fue “¿Qué dirán mis padres?” o “¿Qué pensará Potifar?” No pensó en las consecuencias en esta tierra. La pregunta que se hizo fue: ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios? En otras palabras, ¿cómo heriría su corazón?

José había descubierto el secreto de la vida cristiana: su vida era una vida de amor y de compañerismo con Dios. En el momento de la tentación, su preocupación fue no defraudar la confianza de su Padre amado.

Sal, hoy, tomado de la mano de Jesús y, frente a la tentación, pregúntate, como José: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?”

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