POR QUE OBEDECEMOS?

¿Por qué obedecemos?

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mateo 5:16
Escuché en una ocasión a un predicador de otra denominación presentar un sermón basado en el versículo que constituye la base de nuestra meditación de esta mañana. Me llamó la atención que solo hizo hincapié en el hecho de que los cristianos somos luz.
En realidad, su mensaje tenía como objetivo convencer a sus oyentes de que el ser luz los convertía en personas importantes, superiores a los demás. Señalaba que, por ello, debían vivir libres de complejos, que, de hecho, las demás personas se sentirían tímidas y atemorizadas ante ellos. Ser luz los situaba por encima de todo prestigio y toda fama terrenal, a un nivel que estaba muy por encima del ocupado por gobernantes, artistas, profesionales y personas adineradas. Según aquel predicador, ser luz significa ser admirados, alabados y respetados, y que la atención de los demás se centra en aquellos que son luz.
¿Cuál es el objetivo supremo de ser la luz del mundo? ¿Que nos vean? ¿Que nos admiren? ¿Que nos alaben? No, de ninguna manera. El objetivo supremo de obedecer los mandamientos dados por Dios no es que los guardemos para que el mundo vea cuan obedientes somos. La obediencia queda en penúltimo lugar. Lo importante de la obediencia en nuestra vida es que Dios sea glorificado como Señor y Creador del universo. Cuando obedecemos sus mandamientos, lo que el mundo ve es a Cristo actuando en nuestro corazón, el fruto glorioso de su obra, lo valioso que es él y el poder que el evangelio tiene para transformar la vida. En otras palabras, no es para que el mundo vea la persona del creyente, ni la obediencia de este, para que lo alabe por ello. El objetivo es otro, y consiste en que todos vean la gloria de Dios y lo alaben a él. Por eso vino Jesús, y por ello su misión continuará hasta que regrese por segunda vez.
Reconoce hoy que la transformación que Dios ha realizado en tu vida no es para que te alaben a ti, sino para que alaben a Dios. Permite que Dios resulte atractivo para todos, y que sea amado, respetado y adorado por los demás por la calidad de vida que pones de manifiesto día a día. Obedece todo lo que Dios ordena, no por estar a bien con la iglesia, y tampoco para permanecer en los libros de la iglesia. Obedece para que Cristo sea glorificado. Él es la auténtica Luz que alumbra a todo hombre.

Que Dios te bendiga,

Noviembre 11

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