Un invento mortífero asombroso

(Víspera del Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial)

«Mil ochocientos ochenta y tres fue el año [más importante] en la vida y la carrera del ingenioso norteamericano Iram Stevens Maxim. Tenía cuarenta y tres años de edad y había alcanzado cierto renombre en su país gracias a algunos experimentos novedosos en el campo de la iluminación…. Sin embargo… un día feliz… abandonó su patria luego de reunir todos sus ahorros para establecerse en Inglaterra. Había concebido un invento que cambiaría el curso de la historia, y… la primera potencia colonial del mundo [la Gran Bretaña] le brindaba el ambiente ideal para desarrollarlo y difundirlo. El asombroso invento de Mr. Maxim era nada menos que la ametralladora, ese artefacto admirable que permitía que un solo hombre matara cómodamente a cientos de sus semejantes ahorrándose todas las demoras y maniobras engorrosas que implica el manejo del rifle….

»[Luego de la ovación delirante que recibió con motivo de la segunda demostración que hizo,] reventando de orgullo, Mr. Maxim… soltó la ametralladora y pronunció estas palabras que electrizaron a los circunstantes: “Con la correcta aplicación de mi invento, esta será la suerte que correrán en el futuro los vasallos rebeldes de su Graciosa Majestad, nuestra amadísima Victoria, y sus descendientes.”

»… Pocos días después, Mr. Maxim recibió un mensaje… [en el que] se le comunicaba… que la reina Victoria tendría próximamente el agrado de imponerle la Orden de la Jarretera… y hacerlo Caballero. La ceremonia tuvo lugar en el Palacio de Buckingham….

»[Posteriormente,] sir Iram Maxim [dijo]: “El más valioso y significativo [homenaje que puedan rendirme por haber llevado a feliz término la invención de la ametralladora] será que me juren… a nombre de la sociedad civilizada que este artefacto jamás será utilizado por motivo alguno contra hombres blancos.”

»… Los últimos años de Maxim fueron amargos. Aunque opulento y colmado de honores, lo afligían [mucho] los frecuentes desacatos a su voluntad sobre el uso de la ametralladora…. Durante los primeros dos años de la guerra europea, que fueron los dos últimos de su existencia, [vio] cómo multitudes de ingleses, alemanes y franceses sucumbían como insectos abatidos por las ráfagas de su invento que… había progresado notablemente en eficiencia y precisión hasta el punto de que ya lo montaban en los aeroplanos de combate, a fin de que los contendientes blancos no sólo se exterminaran desde casamatas y trincheras, sino que también pudieran hacerlo a la altura de las nubes, lo cual, sin duda, resultaba mucho más [emocionante].»1

En esta breve biografía, el historiador colombiano Alfredo Iriarte se vale de la ironía para poner el dedo en la llaga de la discriminación racial que ha plagado a la humanidad desde hace siglos. Gracias a Dios, Él, como nuestro Creador, no hace tal distinción de personas, sino que considera que todos, por igual, tenemos valía.2 Dios nos ama a tal grado que envió al mundo a su Hijo Jesucristo para enseñarnos a amar a nuestros enemigos en vez de odiarlos y matarlos.3 Y lo cierto es que el ejemplo que nos dio al morir en nuestro lugar para salvarnos de nuestros pecados en vez de condenarnos por ellos cambió el curso de la historia universal, así como puede cambiar el curso de la nuestra.4

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Alfredo Iriarte, Batallas y batallitas en la historia de Colombia (y sus consecuencias) (Bogotá: Círculo de Lectores/Intermedio Editores, 1993), pp. 193-98.
2Gn 1:27; 5:1-2; Nm 15:15; 1S 16:7; Job 33:6; Jer 31:3; 33:11; Jn 3:16; 15:13; 1Jn 3:1,16; Gá 2:6; 3:28
3Mt 5:43; Lc 6:27,35; Ro 12:20
4Jn 3:16-17

Un Mensaje a la Conciencia

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