Misericordioso

Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. Salmos 103:8

Washington, la capital estadounidense, se pone cada vez más triste. El otoño se va; se aproxima el invierno. El frío llega. El calor desaparece. El frío me incomoda. No me gusta; para mí es sinónimo de tristeza. El mundo queda menos colorido; la vida se marchita. Como las hojas, que ayer mostraban su esplendorosa acuarela, y hoy yacen en el suelo, muertas.

Cuestión de gustos. A otros no les agrada el verano. Y la vida continúa. ¿Dije vida? No es de vida que habla la carta que alguien me entregó anoche, al concluir la reunión. La narración que tengo en mis manos es una triste historia de muerte, de fracasos, de chascos y traición.

¡Ya escuché tantos dramas en la vida!; nada más podría asustarme. Pero, cada vez que leo algo como esto, me siento incapaz de hacer alguna cosa… a no ser orar.
La persona se pregunta si, después de todo lo que hizo, aún existe perdón para ella. Se juzga y se condena… se condena a muerte. Pero, no tiene fuerzas ni valor para ejecutar la sentencia. Entonces, busca a Dios y se pregunta si el Señor puede amarla, a pesar de su grotesco pasado.

Y aquí está el versículo de hoy, diciendo que Dios es misericordioso y clemente. La palabra “clemente”, proviene del hebreo channun, que significa, en realidad, gracia que no acaba nunca. Como si fuese un caminante en el desierto, buscando una gota de agua para salvar la vida y mitigar la sed, y repentinamente encontrases un channun, un manantial que no tiene fin.

Ese es Dios. Su amor no tiene límites. Su grandeza absorbe tu culpa, y la hace nada. Su misericordia está siempre dispuesta a darte una página en blanco, con el fin de que escribas una nueva historia. Su clemencia te espera; sabe que, un día, cuando tus fuerzas ya no existan, cuando el peso de la culpa te lleve a pensar en la muerte como la única salida, vendrás a él en busca de consuelo.

¿Por qué demorar, si sientes hoy que la misericordia divina toca la puerta de tu corazón? ¿Qué es lo que te detiene? ¿Por qué buscas fuentes de agua envenenada, si Jesús te ofrece el agua de vida? ¡Ven a él! ¡Ahora! Mañana puede ser demasiado tarde. No salgas de casa, hoy, sin repetirte a ti mismo: “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia”.

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