PARA BIEN O PARA MAL

Para bien o para mal

Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina. Proverbios 12:18

¡Qué actividad tan penosa e indigna es andar en chismes! No solo penosa e indigna, sino peligrosa y maligna. ¿Por qué insistir en el mal que ocasiona una persona que anda en chismes? Todos sabemos que es incalculable: siembra rencillas entre parientes y vecinos, es como un revendedor que toma el chisme de una casa y lo lleva a la otra. La persona que anda en chismes es peligrosa para el mundo y para la iglesia.
Dios estableció una legislación para detener esta peligrosa actividad entre su pueblo: «No andarás chismeando entre tu pueblo» (Lev. 19: 16). «Es decir, propagar rumores dañinos, ya sea porque no son ciertos, o porque perjudican a la persona implicada. Los rabinos enseñaban que eran tres los pecados que quitarían al hombre de este mundo y lo privarían del mundo futuro: idolatría, incesto y homicidio, pero que la calumnia era peor que estos, pues mataba a tres personas a la vez: al calumniador, al calumniado y al oyente. Es más efectiva que una espada de doble filo».
Chismorrear es cosa seria. Y no creas que solo es chismoso el que dice una mentira; también lo es quien transmite con ánimo calumnioso un caso verdadero. Y también es mentiroso y calumniador quien le hace caso y le presta oídos generosos.
El chisme implica complicidad secreta. El chismoso solo se siente cómodo cuando puede actuar encubierto. El sabio Salomón advierte al cristiano que no debe entremeterse «con el suelto de lengua», otra designación de infamia. Sobre este asunto del chisme es muy interesante lo que escribió E. Cabannau, bajo el título “Mi nombre es… ¡chisme!”: «No tengo respeto por la justicia. Mutilo, pero sin matar. Rompo corazones y arruino vidas. Soy astuto y malicioso, y gano fortaleza con la edad. Mientras más se me cita, más se me cree. Florezco en todos los ámbitos de la sociedad. Mis víctimas están indefensas. No pueden protegerse de mí, porque no tengo nombre ni cara. Seguirme es imposible, porque me oculto en la multitud y en la oscuridad. Una vez que mancho una reputación, nunca vuelve a ser como antes. Derribo gobiernos y destruyo matrimonios; arruino carreras y provoco noches de insomnio, dolores en el corazón y pena. Hago que las personas inocentes lloren en su almohada. Llego a los titulares de los diarios y provoco angustia».
Sigamos hoy el consejo y la ley de Dios.

Que Dios te bendiga,

Septiembre, 13 2009

¡Jehová, va a cambiar, tu historia hoy aquí!

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  1. lucia mahlberg

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