La historia de Okelo, nuestra historia

Lectura: Lucas 5:12-16

Mi amiga Roxana ha tenido algunos empleos impresionantes en su vida. Ha cubierto las Olimpiadas como periodista. Ha trabajado en Washington, D.C., para personas y compañías de renombre. Durante años, ha escrito artículos sobre atletas cristianos de primerísimo nivel. Pero ninguno de esos empleos pueden compararse con lo que está haciendo ahora: dándole el amor de Jesús a los niños de Uganda.

¿Cómo son sus días? Vamos a pensar en un jueves lluvioso cuando caminó por la senda llena de lodo hacia un pabellón de enfermos de cáncer. Una vez dentro, levantó en brazos al pequeño Okelo, cuyos brazos estaban llenos de llagas por causa de una mala atención y estaba ardiendo en fiebre. Lo llevó al consultorio del único oncólogo del edificio y se quedó con él hasta que recibiera ayuda y su condición se estabilizara.

Jesús, nuestro ejemplo, pasó todo Su ministerio entre los que sufrían, sanándoles y trayéndoles las buenas nuevas del amor de Dios (Lucas 7:21-22).

¿Cuán significativos son nuestros empleos? Cierto, son vitales para ganarnos la vida y sustentarnos a nosotros mismos y a nuestras familias. ¿Pero hay algo que podamos hacer para ayudar a aliviar el sufrimiento en nuestro mundo de dolor? Puede que no podamos mudarnos a Uganda como Roxana, pero todos podemos encontrar maneras de ayudar a alguien. ¿En la vida de quién marcarás una diferencia? —

Una medida de nuestra semejanza a Cristo es nuestra sensibilidad al sufrimiento de los demás.

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