Diga palabras de paz
“Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas” (Zacarías 8:16).
Ignoramos su nombre. La conocemos como la suegra de Pedro”. Con toda seguridad, fue una mujer piadosa por varias razones: una de ellas es que fue capaz de educar a la que sería la esposa del impetuoso Pedro.
Simón Pedro era un hombre rudo, áspero, fuerte, impetuoso, emotivo, inestable y de palabra franca. Con estas palabras se podría describir al Pedro anterior a su conversión. Pedro fue quien se negó a que el Señor le lavara los pies, quien le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote, quien quiso andar sobre las aguas y quien negó a su Señor.
Pero después de su conversión, fue Pedro quien acudió al sepulcro vacío; fue él a quien Jesús perdonó tres veces; el primero en declarar que Jesús era el Cristo, el hijo del Dios viviente. Fue Pedro quien arrojó la red en el lugar donde sugirió Jesús; fue él el autor de varios libros del Nuevo Testamento; y quien predicó en el día de Pentecostés. La suegra de Pedro tuvo que haber inculcado en su hija unos valores y un discernimiento que la capacitaran para ser la gema en bruto de un áspero pescador como Simón Pedro.
Es más que probable que Pedro estuviera fuera de casa durante largos períodos de tiempo. Quizá por esa razón la suegra de Pedro vivía con ellos. Además, era costumbre que los padres vivieran con sus hijos mayores. Por la razón que sea, vivía en casa de Pedro y era bien recibida.
Con toda seguridad tuvo que aprender a controlar la lengua y a no tomar partido en las discusiones. Sin duda alguna, la adornaban la diplomacia y la cortesía. Es probable que no fuera exigente y tampoco se compadeciera de sí misma. En lugar de ser una carga, ayudaba en lo que podía. De hecho, el día que enfermó se encontraba colaborando con Jesús y sus discípulos. Era una pacificadora.
Si usted se encuentra atrapado entre la juventud y la independencia de antaño y la ancianidad actual, porque necesita un poco de ayuda, sea pacificador. Sepa que en el cielo se registran sus esfuerzos. “Por lo tanto, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Rom. 14:19).
Dios nos capacite para ser pacificadores, no solo de palabra, también de corazón y acción. LA PAZ DEL SEÑOR NOS ACOMPAÑE SIEMPRE.
Jesus es amor, paz y todos los frutos del Espiritu. Fuimos hecho a su imagen y semejanza por consiguiente tenemos que ser imitadores de El y su Palabra. Cuando nos entregamos a Jesus somos nueva criatura y llamados a poner la paz donde hay contienda. Dice la Palabra en Mateo 5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos seran llamados hijos de Dios. Para poder ser llamados hijos de Dios tenemos que orar y servir de pacificadores. Bendiciones!!!
PADRE DAME PAZ EN MI CORAZON PARA QUE YO PUEDA TRANSMITIR ESA PAZ A LA AGAENTE QUE ME RODEA,Y DAME DE TU LUZ PARA SER LAMPARA PARA AQUELLOS QUE ANDAN EN TINIEBLAS, Y NO TE CONOCEN…BENDICIONES PARA TODOS
Me gusta, cuando habla que Pedro era un hombre rudo, áspero,, impetuosa, emotivo, inestable y de palabra franca y se mandaba cada una, pero el Maestro lo quiso, lo perdona, por haberlo negado tres veces, aveces pienso de la tristeza del Señor por haberse sentido defraudado por ese amigo tan especial para Él, cuantos de nosotros hacemos como Pedro, defraudamos a nuestro Dios, negándolo cuando no lo defendemos y ponemos el pecho a las circunstancia de la vida, pero callamos ante verdades, por un bienestar pasajero, muchas veces por no discutir y defenderlos como corresponde no actuamos como verdaderos Cristianos, seguidores del Él. Cuando nuestros hijos o nuestra mujer son imprudentes a las cosas de Dios, hacemos oído sordo por no tener que enfrentarnos y salir a defenderlo. Pensar que Pedro puso su cabeza en las faldas del Maestro, que es Cristo Jesús, supo porque sintió su Amor, lo salvo cuando quiso caminar sobre las aguas y se hundió, dándole una mano lo saco, cuantas veces yo me pregunto nos extendió su mano y nos salvo de cuantas caídas o, cuando estuvimos en el barro nos extendió su mano y nos rescato y todavía nos dijo cuanto nos quería y que nos está esperaba a la puerta de nuestro corazón, como se dice por hay, a tu puerta Cristo está, ábrele y él cenará contigo-Un abrazo hermanos, que Dios los bendiga.-