Un llamamiento al arrepentimiento

 Basado en Mateo 4:19
“Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros
pecados” (Hechos 3:19

Si ALGUNA PALABRA ha desaparecido casi por completo de la predicación y
de la vida de muchos creyentes, esa es “arrepentimiento”. A muchos no
les gusta oírla porque implica que somos responsables de lo que
hacemos.
Sin embargo, si hubiéramos estado junto al Jordán, escuchando a Juan
el Bautista, nos habríamos dado cuenta de que el suyo era un
llamamiento al arrepentimiento. Juan no era el único en llamar al
arrepentimiento. Jesús mismo comenzó su ministerio llamando a!
arrepentimiento. “Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir:
‘¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acerca­do!'” (Mat.
4:17). Y ahí no acabó el llamamiento. En Pentecostés, después de que
el Espíritu Santo descendiera sobre los discípulos, Pedro predicó:
“Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del
Espíritu Santo” (Hech. 2:38). Tenga en cuenta que el arrepentimiento es
condición indispensable para recibir el Espíritu Santo.
Más tarde, al fin de la Edad Media, Dios hizo que un fraile se
levantara como líder de la Reforma protestante; ese hombre fue Martín
Lutero. Con el fin de pagar la construcción de la basílica de San
Pedro en Roma, el papa León X encargó a JohannTetzel, un sacerdote,
que vendiera indulgencias plenarias a la gente. Estas indulgencias
concedían al pueblo perdón completo de sus pecados. Cuando, más
tarde, los que las habían adquirido acudían a confesarse, presentaban
la indulgencia y alegaban que ya no necesitaban arrepentirse de sus
pecados. Por esa razón, el 31 de octubre de 1517 Lutero clavó sus 95
tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, en
Alemania. Observe que las tres primeras tesis hablan explícitamente de
la cuestión del arrepentimiento:

1.    Nuestro Señor y Maestro, Jesucristo, […] quiso que toda la
vida de los creyentes fuera penitencia.

2.    Esta palabra no puede ser entendida en el sentido de las
penitencias sacramental­es decir, la confesión y la satisfacción, que
es administrada por los sacerdotes.

3.    Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia
interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra
exteriormente diversas mortificaciones de la carne.

Durante los próximos días aprenderemos más sobre el arrepentimiento.
Además de pensar en su significado y su importancia, lo invito a que lo
experimente de manera renovada.

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