LEGALISMO SUTIL

Legalismo sutil

Porque aunque la conciencia no me remuerde, no por eso quedo absuelto, el que me juzga es el Señor (1 Corintios 4: 4).

COMENZARÉ A ANALIZAR los riesgos y peligros que representa el mensaje de la justificación por la fe. Esto, sin embargo, suena muy extraño, porque, ¿cómo es posible que este mensaje implique algún riesgo? Vimos que el mensaje de la justicia de Cristo es el corazón del evangelio, y no es posible que el evangelio conlleve algún riesgo. Pero, el evangelio es tan importante, que el enemigo de Dios ha tratado de neutralizar su efecto, provoca malos entendidos. Una de esas aberraciones es el legalismo
Cuando se predica el evangelio, es posible que algunas personas lo entiendan desde el punto de vista de una religión legalista ¿Qué es el legalismo? El legalismo es la creencia de que la salvación del ser humano depende de lo que haga para agradar a Dios. Que la salvación requiere que las personas sean obedientes, y que por ello alcancen merito delante de Dios. Que la salvación depende de la cantidad de méritos obtenidos por la obediencia
Vimos que uno de los frutos de la justificación es la santificación. Esta implica un crecimiento en lo que se refiere a la conciencia moral La moralidad tiene que ver con obediencia a mandamientos y preceptos, ya que estos son dados por Dios como norma para regir la conducta humana. De este modo, y en forma natural, los que han sido redimidos del pecado a través de la justificación son personas obedientes y promotoras de la moralidad Esto se presta para que el enemigo de Dios tergiverse la santificación y la obediencia, y las presente en una nueva luz. Es necesario obedecer para ser salvos. Si quieres ser salvo, tienes que obedecer. Uno se salva por obedecer, hay mérito en la obediencia. El cambio es tan sutil que muchos no se dan cuenta, y piensan que es por su obediencia que son salvos. Este es el gran peligro del legalismo. Un foso grande, ancho y profundo

Legalismo crudo

No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación; ¡no soporto que con su adoración me ofendan! (Isaías 1: 13).

DEFINIDO DE UNA MANERA SIMPLE, el legalismo es la creencia de que se necesitan méritos para ser salvos. En él prevalece la idea de que Dios no te acepta a menos que tengas obras meritorias. El legalismo tiene varias caras: Desde un legalismo crudo y descarado, hasta uno más sutil e insidioso.
El legalismo crudo aparece en todas las religiones paganas, que son inventos de Satanás. En todas ellas se enseña que para que Dios te vea con buenos ojos, tienes que tener méritos. Para que Dios te bendiga, necesitas hacer algo que le agrade. Cuando el dios de estas religiones está airado hay que hacer algo para aplacarlo, aun con sacrificios humanos. No cabe duda de que la devoción que esta gente tenía por sus dioses era digna de admirar. , ¡Hasta sacrificaban a sus hijos para obtener el favor de ellos! Desgraciadamente. La devoción y el sacrificio personal no salvan.
En su constante trato con los paganos y sus formas de culto, la religión judía se pervirtió poco a poco. De los sacrificios que eran un símbolo de su dedicación y gratitud a Dios, y una instrucción simple del evangelio, los judíos llegaron a pensar que había virtud y meritó en ellos. Aceptaron lentamente el pensamiento legalista de que mientras más sacrificios se hicieran a Dios, más y mejor los iba a escuchar. De esta manera, la religión judía fue absorbida por el legalismo pagano. Se nos dice que. En tiempos de Jesús, «el principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, que es fundamento de toda religión pagana, era ya principio de la religión judaica. Satanás lo habla implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado» (El Deseado de loaos las gentes, p. 26).
Es lamentable que tantas personas sinceras y honestas hayan sido llevadas a pensar que a Dios se lo puede manipular con nuestras acciones. Meditemos en esto: «Sea hecho claro y manifiesto que no es posible mediante mérito de la criatura realizar cosa alguna en favor de nuestra posición delante de Dios o de la dádiva de Dios por nosotros* (Fe y obras, p. 17).

Que Dios te bendiga, oramos por ti!

Abril, 28 2010

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  1. emmanuel

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