«Como los de Fuenteovejuna»
Imagen por Himalayan Trails
Ocurrió en el siglo quince en el pueblo de Fuenteovejuna de la provincia de Córdoba, bajo el mandato de los Reyes Católicos. Tan pronto como la Orden de Calatrava, a la que pertenecía el pueblo, lo nombró Señor de Fuenteovejuna, el Comendador Mayor Fernán Gómez de Guzmán tomó posesión de la villa y mandó a erigir la horca en el campo y la picota en la plaza. Acto seguido, aquel déspota implantó un régimen de terror. Impuso fuertes tributos; se inventó pretextos para despojar de los bienes a los vecinos; forzó a las mujeres que le gustaban, ya fueran solteras o casadas; y cometió incontables actos de vejación y de violencia.
Todo eso logró hacerlo con impunidad, hasta el día en que los pobladores ya no aguantaron más. El 23 de abril de 1476, todos a una asaltaron el Palacio de la Encomienda, donde el comendador se alojaba, mataron a los catorce criados que trataron de defenderlo, lo asesinaron a él y arrojaron su cadáver a la calle, donde la multitud lo arrastró por todo el pueblo y lo despedazó con furia.
Enterados los Reyes Católicos, enviaron a un juez para que tomara declaraciones a los habitantes del pueblo y castigara a los culpables. Pero éstos se confabularon, de modo que cuando el juez les preguntaba: «¿Quién mató al comendador?», cada uno a su vez respondía: «¡Fuenteovejuna, señor!» Y cuando el replicaba: «¿Y quién es Fuenteovejuna?», los pobladores en masa contestaban: «¡Todos a una!»
Este hecho histórico inspiró a Lope de Vega para escribir una de sus comedias más populares y conocidas, titulada Fuenteovejuna. Con la acostumbrada licencia literaria, Lope cuenta la historia de la joven Laurencia, a la que el vil comendador trata de violar. Pero ella escapa, logra sublevar al pueblo y, en medio de la revuelta, mata al tirano y clava su cabeza en una pica para exhibirla por todas partes. Al final, a causa de ese acto de solidaridad general de los habitantes, los reyes se enteran de la infame conducta del comendador ajusticiado y perdonan a todo el pueblo.1
Fue así «como los de Fuenteovejuna, todos a una» pasaron a la historia como ejemplo de lo que puede lograrse cuando se toman ciertas determinaciones en conjunto, y dieron origen a un refrán que muchos citan para cobrar ánimo en la resolución de un problema. Pero este refrán también se emplea, desde luego, para describir una situación en la que todos los participantes se atribuyen la responsabilidad de un acto que no comete más que uno o algunos de ellos.
Por ejemplo, cuando San Pedro acusa a los judíos de matar a Jesús, crucificándolo por medio de hombres malvados,2 en cierto sentido nos señala a la vez a nosotros, ya que son los pecados nuestros, junto con los de la humanidad de todos los tiempos, la causa primordial de su muerte en la cruz. De modo que cuando Dios, como Juez de toda la tierra,3 nos pregunte: «¿Quién mató a mi Hijo Jesucristo?», más vale que le contestemos: «¡Nosotros, Señor: todos a una!» Pues sólo así podremos recibir de Él, como Rey de toda la tierra, el perdón inmerecido que nos ofrece.4
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1 | José Calles Vales y Belén Bermejo Meléndez, Dichos y frases hechas (Madrid: Editorial LIBSA, 2000), pp. 104-5; Rubén Gil, Diccionario de anécdotas, dichos, ilustraciones y refranes (Barcelona, España: Editorial CLIE, 2006), pp. 749-50. |
2 | Hch 2:22‑23 |
3 | Gn 18:25 |
4 | Sal 47:2,7; Ro 3:23; ;1Jn 1:9 |