«Agobiados por una carga»

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Imagen por Kaleenxian

(Día Internacional del Caballo)

«La extracción de un caballo en la mina… había agrupado alrededor del pique a los obreros…. Todos eran viejos, inútiles para los trabajos del interior de la mina, y aquel caballo que, después de diez años de arrastrar allá abajo los trenes del mineral, era devuelto a la claridad del sol, [les inspiraba] la honda simpatía que se experimentaba por un viejo y leal amigo con el que se han compartido las fatigas de una penosa jornada.

»… Todos conocían a Diamante, el generoso bruto que, dócil e infatigable, trotaba con su tren de vagonetas desde la mañana hasta la noche en las sinuosas galerías de arrastre…. Inutilizado [ahora] por incurable cojera para cualquier trabajo dentro o fuera de la mina, [su] última etapa sería el estéril llano…. La piel, que antes fue suave, lustrosa y negra como el azabache, había perdido su brillo, acribillada por cicatrices sin cuento. Grandes grietas y heridas en supuración señalaban el sitio de los arreos de tiro… y las crines de la cola habían casi desaparecido, arrancadas por el látigo cuya sangrienta huella se veía aún fresca en el hundido lomo.

»Los obreros lo miraban con sorpresa dolorosa. ¡Qué cambio se había operado en el brioso bruto que ellos habían conocido! … El más viejo de los mineros… con voz grave y vibrante… exclamó:

»“¡Pobre viejo! ¡Te echan porque ya no sirves! Lo mismo nos pasa a todos. Allí abajo no se hace distinción entre el hombre y la bestia…. ¡… Este bruto es la imagen de nuestra vida! Como él, callamos, ¡sufriendo resignados nuestro destino!”…

»[Luego] el viejo, con los ojos húmedos y brillantes… tomando entre sus manos la descarnada cabeza del caballo, [le acarició] las escasas crines, murmurando a media voz: “Adiós, amigo. Nada tienes que envidiarnos. Como tú, caminamos agobiados por una carga… hasta la muerte.”

»… [Al final de la jornada]… el anciano carretillero… con pesado y lento andar, fue a engrosar las filas de aquellos galeotes cuyas vidas tienen menos valor para sus explotadores que uno solo de los trozos de ese mineral que, como un negro río, fluye inagotable [de las entrañas de la tierra].»1

¡Qué trágico que en este cuento titulado «Los inválidos», a la miseria de aquellos mineros se sumara la de sus maltratados caballos! Así, en la obra clásica Sub terra: Cuadros mineros publicada en 1904, el escritor chileno Baldomero Lillo nos hace ver lo crueles que pueden llegar a ser los hombres. El sabio Salomón, consciente de que Dios nos creó a todos por igual a su imagen y semejanza, califica a tales hombres como malvados que no tienen compasión de nadie, y los contrasta con los buenos, que se preocupan por el bienestar de sus animales.2

Gracias a Dios, para salvar a la humanidad perdida Él envió al mundo a su Hijo Jesucristo, quien enseñó lo mucho que valemos, lo comprobó al morir en nuestro lugar, y prometió darnos descanso a los que acudamos a Él agobiados por las cargas pesadas que llevamos.3

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Baldomero Lillo, «Los inválidos», Sub terra: Cuadros mineros (Santiago de Chile: Imprenta Moderna, 1904), pp. 1-3,5-11,17-18.
2Gn 1:25-27; Pr 12:10 (TLA/NBV)
3Mt 6:26; Lc 12:6-7; 19:10; Jn 3:16; Mt 11:28-29

Un Mensaje a la Conciencia

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