Aprendiendo a esperar en Dios, Parte 1

Hoy empezamos una nueva serie de cuatro devocionales bajo el título Aprendiendo A Esperar En Dios. Esta es la primera entrega y sé que serán edificantes y de gran bendición. No es fácil aprender a esperar. Pienso que una de las virtudes más difíciles de aprender es esa. Recuerdo cuando venía la navidad y, por anticipado sabía qué recibiría de regalo, no iba a la cama a dormir, sino que me quedaba despierto hasta que fuera la hora de recibir regalos y conté quién sabe cuántas ovejas para no dejarme vencer por el sueño, pero esperar es algo difícil. Aún como creyentes, nos desesperamos por ver las promesas de Dios. De esa sensación hablaremos estos próximos días.

“Después de estas cosas vino Palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: no temas, Abram; Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliecer?. Dijo también Abram: mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: no te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15:1-6 – RVR1960).

En ocasiones, el creyente busca un milagro de parte de Dios y, entonces levanta un clamor para obtenerlo. Y la verdad es que debemos esperar mucho tiempo para ver ese milagro hecho realidad. Pero, ¿por qué nos toca esperar por ese milagro? Veamos algunas razones: (1) Porque aún no estamos preparados para recibirlo y Dios necesita prepararnos para poder recibirlo, y (2) Porque Dios desea saber cuánto le creemos, es decir que Dios probará nuestra fe, ya que sin fe es imposible agradar a Dios (Hechos 11:6 – RVR1960). Cualquiera que sea la razón, en ambos casos existe algo en común: la espera.

Abram tuvo que esperar mucho tiempo por esa descendencia que le había pedido a Dios. Diez años después que Dios le dio la promesa a Abram de un hijo, al no ver respuesta alguna, Sarai, su esposa, decide entregarle a su sierva Agar (Génesis 16: 3-4), probablemente pensando estas cosas: primero, ese era el plan de Dios, y dos, así era cómo Dios cumpliría esa promesa que le hizo a Abram. De esa relación, nació Ismael, pero ese no era ni el plan ni el propósito de Dios. No importa cuánto tiempo pase sin ver aquello que le has pedido a Dios, no hay nada que puedas hacer con tus fuerzas para ayudarle a cumplir esa promesa. Lo único que puedes hacer es esperar, obedecer y seguir creyendo, porque las promesas de Dios se cumplen en Su tiempo y no en del hombre. Después del nacimiento de Ismael, pasaron más o menos unos trece años (Génesis 17: 25-26), y ya iban 23 años de espera, cuando nació el hijo de la promesa, tal cual lo dice la Palabra, “y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho. Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, Isaac ( Génesis 21:2-3 – RVR1960), porque las promesas de Dios se cumplen en Su tiempo.

Esta ha sido una pequeña introducción al tema, mañana continuaremos con la entrega de los tres aspectos, uno por día, que podemos aprender de la historia de Abraham, el padre de la fe. Dios te guarde y te bendiga, que tengas un inicio de semana en victoria de la mano del Rey de reyes. Sé de bendición en este día, comparte este mensaje con otras personas.

Bajo la guía del Espíritu Santo,

Sergio Meza Padilla

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