Con la cabeza y con los pies

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Imagen por rkramer62

Ahora que había decidido postularse como candidato a representante a la cámara por el Partido Popular Democrático, necesitaba no sólo buenas conexiones políticas sino también buena suerte. Así que fue a ver a su abuelo. Allí mataría dos pájaros de un tiro. Como exgobernador de Puerto Rico, su abuelo representaba para él su mejor conexión política. Por eso tenía que ser a él a quien primero anunciara sus aspiraciones. Además, su abuelo podía darle buena suerte…

—Abuelo, quiero que me preste los zapatos que usó en su primera campaña, y que sé que todavía conserva como recuerdo, para usarlos en la mía.

El anciano estadista no vaciló en contestarle al nieto, a modo de pregunta:

—¿Tú vas a hacer la campaña con la cabeza o con los pies?

Ante semejante respuesta, el joven Luis Muñoz Arjona no tuvo más remedio que calzar sus propios zapatos, pero eso sí, con el buen consejo y la bendición de su admirable abuelo, don Luis Muñoz Marín.1

Si bien tenemos la dicha de que en las cámaras de gobierno humano nos representen múltiples personas, en las cámaras de gobierno divino disfrutamos de la representación de una sola persona: el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Y lo que lo acredita como nuestro Representante e Intercesor ante el Padre celestial es precisamente la campaña que hizo para que nosotros lo eligiéramos como tal. A juicio humano, esa campaña que realizó Dios cuando se hizo hombre no parece haber sido con la cabeza sino con los pies. En vez de calzar sus propios zapatos, los de un rey, Cristo calzó los nuestros, los de un siervo.

San Pablo lo explica en los siguientes términos: «Siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!»2

Es interesante notar que Dios, en su campaña electoral, también mató dos pájaros de un tiro. Según San Juan, el Hijo «se hizo hombre y habitó entre nosotros»3, porque sólo de esa forma podría identificarse con nosotros en carne propia y salvarnos de la condenación del pecado. Fue así como murió en nuestro lugar a fin de salvarnos, y vivió en nuestro lugar a fin de representarnos debidamente ante el Padre. De modo que «si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo», que es «el sacrificio por el perdón de nuestros pecados».4

Postrémonos hoy mismo ante sus pies, esos pies que anduvieron por la vía dolorosa hasta la cruz del Calvario. Pidámosle perdón y digámosle: «¡Gracias, Señor, por calzar nuestros zapatos y morir en nuestro lugar! ¡Gracias por hacer tu campaña salvadora con la cabeza y con los pies!»

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Antonio Quiñones Calderón, Anécdotas políticas (San Juan, P.R.: The Credibility Group, Inc., 1996), p. 7.
2Fil 2:6-8
3Jn 1:14
41Jn 2:1,2

Un Mensaje a la Conciencia

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