DIA DE REDENCION

Día de redención

José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca (Mateo 27: 59, 60).

CUANDO DIOS SE PROPUSO REDIMIR a su pueblo de la esclavitud, le recordó que debía guardar el sábado. Hoy el Señor hace lo mismo, nos redime del pecado. La razón es que el sábado nos vincula con él en forma muy íntima, de modo que se cumple su deseo de comunión con nosotros.
Resulta interesante que cuando Cristo concluyó su obra redentora, mu­riendo en la cruz el viernes por la tarde, descansó en el sepulcro de José de Arimatea durante las horas del sábado. El Redentor descansó de su obra de redención. A los cristianos, el sábado también nos recuerda la redención lograda por la muerte de Cristo. En este sentido extendido, el sábado se vincula con el tema de la redención.
A los hijos de Israel se les pidió que guardaran el sábado en memoria de su liberación de la esclavitud; ahora se nos pide que lo hagamos en memoria de la redención del pecado. El sábado es también un recordatorio de la redención.
Meditemos en estas palabras: «Al principio, el Padre y el Hijo habían descansado el sábado después de su obra de creación […]. Ahora Jesús descansaba de la obra de la redención; y aunque había pesar entre aquellos que le amaban en la tierra, había gozo en el cielo. La promesa de lo futuro era gloriosa a los ojos de los seres celestiales. Una creación restaurada, una raza redimida, que por haber vencido el pecado, nunca más podría caer, era lo que Dios y los ángeles veían como resultado de la obra concluida por Cristo. Con esta escena está para siempre vinculado el día en que Cristo descansó […]. Cuando se produzca “la restauración de todas las cosas, de la cual habló Dios por boca de sus santos profetas, que ha habido desde la antigüedad”, el sábado de la creación, el día en que Cristo descansó en la tumba de José, será todavía un día de reposo y regocijo» (El Deseado de todas las gentes, p. 714).

Que Dios te bendiga,

Junio, 25 2010

Día de regocijo eterno

¡No hagan daño ni a la tierra, ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente de los siervos de nuestro Dios! (Apocalipsis 7: 3).

EN LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA HISTORIA de la Tierra, habrá una gran crisis para el pueblo de Dios. Esta crisis llevará a los fieles seguidores del Señor al límite de su capacidad de resistir. El libro de Apocalipsis nos dice que habrá una lucha universal de la Bestia y su imagen contra Cristo y su pueblo. En el capítulo 13 de este libro, se menciona que el Dragón, a través de la Bestia y su imagen, promoverá la adoración de la Bestia y sus seguidores, lo que llevará al establecimiento de una marca que sirva para distinguir entre los que adoran a la Bestia y los que se nieguen a hacerlo: «Además logró que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, de modo que nadie pudiera comprar ni vender, a menos que llevara la marca, que es el nombre de la bestia o el número de ese nombre» (Apoc. 13: 16, 17). Esta marca constituirá la señal de lealtad y sumisión a la Bestia.
En contraste, el mismo libro nos dice que los que se mantengan fieles a Dios en medio de esta crisis de lealtades, recibirán también una marca que se llama el sello de Dios. La crisis de los últimos días será una crisis de lealtad y fidelidad. El Apocalipsis nos deja intuir que la crisis final involucrará, de alguna manera, la observancia de los mandamientos de Dios: «¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamien­tos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!» «Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testi­monio de Jesús» (Apoc. 14: 12; 12: 17). Ser fieles a Dios ahora, es vital para pre­pararnos para esa crisis colosal.
Pero luego de esta crisis, vendrá el reino con sus sábados de regocijo eterno: «Y de mes en mes, y de un sábado a otro, toda la humanidad vendrá a postrarse ante mí —dice el Señor—» (Isaías 66: 23).

Que Dios te bendiga,

Junio, 26 2010

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