Dos cosas: constancia y dedicación

Dos cosas que me impactan del testimonio de Daniel eran: número uno, su constancia en la oración y, número dos, el tiempo que le dedicaba. Ser constante implica tener una disciplina, un hábito hasta que se vuelva costumbre. Dedicarle tiempo es cultivar algo, cuidarlo. Y la Palabra nos enseña cómo Daniel, sin importar las circunstancias, oraba al Señor. En el Capítulo 6 del libro de Daniel, los sátrapas del Rey Darío quisieron conspirar en su contra y se inventan un edicto y no se podía levantar petición alguna a ningún dios fuera del Rey Darío. Sin embargo, Daniel no dejaba de orar y “abiertas las ventanas de su cámara, que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba” (Daniel 6:10 RVR1960). ¿Tres veces al día? Wow, quizá para muchos esto es mucho tiempo, ¿no es así?. Mejor aún es que no renunció a su Dios por agradar al hombre, esto es tremendo.

En varios pasajes bíblicos, Dios nos invita a orar constantemente, pues Él más que nadie conoce y sabe del poder que hay detrás de la oración. Mira lo que el salmista dice y nos enseña al respecto:

“Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y Él oirá mi voz” (Salmo 55:17 RVR1960). Algo bien importante que podemos aprender en este día de esta porción de la Palabra es que el creyente debe estar seguro que su oración y su clamor no son en vano, pues Dios las oye. Y quizá muchas veces la gente ha dejado de orar porque no ven respuestas inmediatas. El éxito está en emular la actitud de Daniel, mañana, mediodía y de noche debemos levantar nuestra oración y nuestro clamor. Daniel dedicaba tiempo a la oración y era constante en ella. Imagina por un instante que dedicaras el mismo tiempo que ves televisión a la oración o tal vez el mismo tiempo que dedicas en redes sociales a orar y a clamar, puedo asegurarte que cosas sobrenaturales verás en tu diario andar.

No debemos dejar de lado que el salmista nos insta a orar y a clamar. Pero debes estar preguntándote si las dos significan lo mismo, es decir si son sinónimos. Aquí está la diferencia: la oración busca acercarnos más Dios, conversar con Él, mientras que el clamor es insistente, se hace con lloro y con amargura, no cesa hasta ver respuesta. ¿Recuerdan a Ana, la mamá del Profeta Samuel?. Penina, la otra mujer de Elcana, su marido, se burlaba de ella por ser estéril. No obstante, Ana “con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente” (1 Samuel 1:10 RVR1960) hasta que Jehová Dios le dio un hijo y le puso por nombre Samuel. La Palabra nos enseña que clamó hasta ver respuesta, fue insistente, constante y diligente.

El Apóstol Pablo exhortó a Tesalónica a “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17 RVR1960), esa es la clave. Esto implica dos cosas: constancia y dedicación. ¿Estás dispuesto a ser constante y dedicar más tiempo a la oración? Hoy es un buen día para empezar, no lo dejes para mañana. Espero que este devocional haya hablado mucho a tu vida, Dios te bendiga sobreabundantemente hoy y siempre. No olvides ser de bendición para otras personas, comparte.

Bajo la guía del Espíritu Santo,

Sergio Meza Padilla.

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