«El cantor»

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Imagen por Felix’s Endless Journey

(Día Provincial de la Copla en Salta, Argentina)

Era ese Serapio Suárez
mozo de buena opinión:
largucho y tirando a rubio,
guitarrero y chacotón.
. . . . . . . . . .
Chaqueta gris, media bota,
negros chambergo y bombacha;
si golilla azul le pongo,
ya está completa su facha.
. . . . . . . . . .
Libre y sin renta ni oficio,
y honrado a carta cabal,
llevaba él a un mismo temple
pecho, guitarra y puñal.

Aunque el buen genio le daba
menos años, para mí
andaría en treinta y cinco
cuando yo lo conocí.
. . . . . . . . . .
Ahora han de querer ustedes,
pues de juro les extraña,
saber cómo se avenía
sin renta, oficio ni maña.

Pues les diré, aunque parezca
poca cosa para tanto,
que todo eso lo agenciaba
con la guitarra y el canto.

Cierto es que también solía
sacar su buena ventaja
de la tabla y las carreras,
las riñas y la baraja.

Mas quien al juego se arriesga
sabe lo que dura un gozo,
y el hombre a veces quedaba
peladito hasta el carozo.

Entonces a las clavillas
echaba mano otra vez,
y se iba rodando tierras
a remediar su escasez.

Y de nuevo amadrinaba
la fortuna a su cencerro,
cantando por esos pagos
las coplas de Martín Fierro.

De memoria las sabía
recitar a pierna suelta.
Yo le oí una vez, señores,
por junto la ida y la vuelta.
. . . . . . . . . .
Sólo a la guitarra, nadie
la vio separada de él.
Decía que no se casaba
por temor de serle infiel.
. . . . . . . . . .
Nunca se hacía rogar
ni estaba de mala luna.
Pulsaba en los cinco temples
sin dificultad alguna.
. . . . . . . . . .
Y mientras iba afinando
le pidieron para oír
aquella historia de Fierro
que acababa de salir.

Cortó un rasgueo de golpe
y, componiéndose el pecho,
preguntó cómo querían,
si por falso o por derecho.

A su gusto lo dejaron,
según era más prudente.
Y en respetuoso silencio
fue arrimándose la gente.
. . . . . . . . . .
Y en la cifra bordoneada,
con varonil entereza
nos iba contando Fierro
su alegría y su tristeza.

Y se encrespaba el sonoro
borbollón de la risada
en las barbas de los viejos
como espuma alborotada.

Y los mozos aprendían
de aquel varón campesino
cómo ha de portarse el hombre
contra el rigor del Destino….1

Una de las razones por las que este poema titulado «El cantor» nos llega al corazón es que su autor, el escritor argentino Leopoldo Lugones, lo vivió en carne propia. En su obra El payador, Lugones lo da a conocer como sigue:

«Había en la entonces remota comarca de Sumampa… un mozo llamado Serapio Suárez que se ganaba la vida recitando el Martín Fierro en los ranchos y en las aldeas. Vivía feliz y no tenía otro oficio…. Recuerdo haberme pasado las horas oyendo con admiración devota a aquel instintivo comunicador de belleza.»2

Más vale que, así como Lugones mismo fue uno de los mozos que aprendió de aquel cantor campesino cómo hacerles frente a las malas situaciones que nos depara la vida, determinemos también nosotros poder decir junto con el apóstol Pablo: «He aprendido a vivir en toda clase de circunstancias… ya sea que tenga de todo o que no tenga nada. Cristo me da fuerzas para enfrentarme a toda clase de situaciones.»3

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Leopoldo Lugones, «El cantor», Poemas solariegos (1927), en El payador y antología de poesía y prosa (Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1979), pp. 369-76.
2Ibíd., «La poesía gaucha», p. 67.
3Fil 4:12-13 (TLA)

Un Mensaje a la Conciencia

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