El clamor inútil de Chile Arrugado
«De los [toros, el diario] La República hace un comentario en su edición del 3 de enero de 1900:
»“La segunda corrida de toros de abono anual, celebrada el 31 de diciembre de 1899: Caballeros, ¡qué gentío; la plaza de bote en bote! Parecían los tablados cual canastillas de flores, llenas de rosas, claveles, tulipanes y… [de] amores, que son las costarricenses unas niñas superiores. ¡Qué colores y qué caras; qué caras y qué colores…!
»”Las músicas subterráneas lanzan al viento sus sones en compases wagnerianos por lo fuertes y discordes. Suena un clarín o trompeta; llena el aire mil voces muy semejantes a aullidos (guarísticas expresiones). Se abre una puerta en el fondo y salta al ruedo un bóer.
»”Chorreao rojo, cornigacho y danzando un vals. Parecióme el cornúpeto un apreciable padre de familia… que con sus carrocerías puso en fuga a todas las huestes británicas que en aras de la afición poblaban el inmenso redondel… cuadrado. Toreó Desgalichado, que vestía rojo y manteca. El segundo fue jineteado, obligando a su montador a un salto entrecuernao. El quinto tumbó a cinco; dos de ellos con resultados satisfactorios para el sastre. Terminó el astado con un trofeo parecido a un sombrero en uno de los pitones, y en el ruedo hubo tres pleitos como resultado.
»”También toreó Chile Arrugado. El hombre hizo lo que pudo y finalmente llamó al Cielo, que tampoco lo oyó….”
»… En aquellos días estaba en candela la cuestión de la guerra entre los ingleses y los africanos de origen holandés. De tal manera que era muy natural que al toro lo compararan con los temibles bóers.»1
¡Qué manera tan descriptiva de hacer un reportaje acerca de una corrida de toros! Con razón que el periodista costarricense Manuel Salguero, al contar los sucesos ocurridos en San José a fines del siglo diecinueve, la cite en su obra titulada La Costa Rica que no todos conocemos. Al margen de lo creativos que eran los nombres de los toreros, Desgalichado y Chile Arrugado, vale la pena destacar lo irónico que es describir al torero Chile Arrugado como «el hombre [que] hizo lo que pudo y finalmente [clamó] al Cielo, que tampoco lo oyó», dando así a entender que primero no le hizo caso el toro, y luego no le hizo caso Dios. ¿Acaso no era el toro mismo el que en realidad necesitaba que lo socorriera Dios desde el cielo, de haber sido posible? ¿Qué había hecho ese pobre toro que mereciera semejante martirio?
Menos mal que nosotros, los seres humanos, podemos contar con la respuesta que recibió el rey Salomón cuando le pidió a Dios, el único que conoce a fondo el corazón humano, que oyera desde el cielo, donde habita, las oraciones y las súplicas de su pueblo, y que le pagara a cada uno según su conducta. «Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta —le respondió el Señor—, yo lo escucharé desde el cielo… y… mantendré… atentos mis oídos a las oraciones….»2
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1 | Miguel Salguero, La Costa Rica que no todos conocemos (San José, Costa Rica: Editorial STVDIVM, 1981), pp. 90,91. |
2 | 2Cr 6:19,20,21,29,30; 7:14,15 |