El porqué del amarillo

Cuenta Jorge Luis Borges que cuando era chico, sus padres lo llevaban al zoológico y se pasaba horas observando los leopardos, los jaguares y los tigres. Era tan grande su fascinación que él se quedaba mirándolos hasta la hora de cerrar.

Pasados los años, se queda casi ciego, y el único color que distingue es el amarillo. El primer color que recuerda haber visto es el amarillo, que es el del pelaje del tigre, y ahora será también el último que vea. En Nueva York —dice Borges—, los taxis amarillos están pintados de amarillo porque es el color que mejor se distingue. En Canadá se ha constatado mediante experimentos que bajo ciertas condiciones en que no se ven los autos rojos, todavía se distinguen los amarillos. Y a eso se debe que en Buenos Aires los techos de todos los taxis sean amarillos.1

Esas reflexiones del renombrado poeta argentino debieran hacernos reflexionar a nosotros. Si les sumamos a ellas el hecho de que los colores que no distinguen bien los daltonianos son el verde y el rojo, mientras que el amarillo sí lo distinguen con claridad, ¿por qué será que el amarillo es el color de la señal de advertencia de peligro en vez de la señal de echar a andar o de detenerse? ¿No sería más lógico que en los semáforos en todo el mundo el color más visible, el amarillo, indicara «¡Alto! ¡Deténgase!» en vez del rojo? ¿Acaso no es más importante la función de detenerse que una advertencia?

Tal vez la respuesta a esa incógnita sea que cuando se acatan las advertencias, se salva la vida. Las advertencias nos dan tiempo para reaccionar, para ponernos a salvo sin tener que frenar en seco. Sin duda, a eso se debe que la Biblia, el manual de conducción del ser humano, esté llena de advertencias para cada uno de nosotros. Hay advertencias contra el engaño,2 contra la insensatez y el rechazo a la sabiduría,3 contra el adulterio,4 contra la idolatría,5 contra la opresión del pobre,6 contra la incredulidad;7 y hay advertencias de que no se rechace a Dios sino que se le preste atención a su voz.8 «Es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído —nos advierte el escritor a los hebreos—…. Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón como sucedió en la rebelión…. Porque si … toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?»9

En vez de ser insensatos y rechazar la sabiduría, seamos sabios y acatemos esas advertencias divinas. Dios quiere que vayamos al cielo, color verde, y no al infierno, color rojo. Por eso nos ha dado tantas advertencias claras, color amarillo. Hagámosle caso. Así viviremos tranquilos, sosegados y sin temor del mal, como nos lo ha prometido.10

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Esteban Peicovich, Borges, el palabrista (Madrid: Editorial Letra Viva, 1980), pp. 26-27.
2Pr 1:17-19
3Pr 1:24‑33; 6:1‑19
4Pr 5:1‑23; 6:20—7:27
5Dt 13:3‑4
6Stg 5:1‑6
7Heb 3:7‑11
8Heb 2:1‑3; 12:14ss.
9Heb 2:1‑3; 3:7-8
10Pr 1:33

Un Mensaje a la Conciencia

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