El único camino

En la antigüedad, la iglesia católica vendía la salvación de las almas a un precio elevado, por lo cual estaba solo al alcance de las personas pudientes. Y ¿qué pasaba con aquellas personas que no tenían con qué comprar su salvación? Pues irían al infierno, porque era un lujo costearse dicha salvación. Luego, después de un tiempo, la iglesia dijo que la salvación se obtenía a través de las obras y de lo que pudieras hacer aquí en la tierra y muchas religiones aún siguen enseñando esta vieja creencia y muchas personas siguen comprando este argumento como una gran verdad. No obstante, al leer las Escrituras aprendemos que la salvación es gratis para todo aquel que la quiera, pues cuando Cristo murió en la cruz, el pagó el rescate de todos, no hizo acepción de personas. Así que la salvación no se compra, no es por obras, sino por fe.

El evangelio de Juan muestra una faceta del Señor Jesús que no lo hacen los demás y es que muestra la naturaleza de Dios en Cristo Jesús. Cuando Moisés le dijo a Jehová Dios qué nombre le diré al pueblo cuando me preguntaren el nombre del Dios de sus padres, el Señor le dijo: YO SOY EL QUE SOY. Mira lo que la Palabra nos enseña hoy: “YO SOY el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí” (Juan 14:6 RVR1960). Muchos judíos ya habían olvidado que uno de los nombre de Jehová era justamente YO SOY, por eso no sé si ya has escuchado a alguien decir el Gran Yo Soy, ¿cierto?. Al Jesús decir YO SOY, revelaba su naturaleza de Dios, a pesar de que el pueblo no alcanzaba a entender su intención detrás del mensaje. En este pasaje vemos tres cosas bien determinantes: camino (hacia la salvación), verdad (la cual nos hace libres) y vida (por una eternidad). Vayamos por partes, empecemos con el camino. Quiere decir que el camino hacia el Padre lo abre solo Jesucristo. En la antigüedad en el pueblo de Israel, solo el supremo sacerdote tenía acceso a la Presencia de Dios y esto era una vez al año y el principal requisito para hacerlo, era santificarse todo un año. Por ell0 es que, con la muerte del Señor Jesús, “el velo del templo se rasgó por la mitad” (Lucas 23:45 RVR1960), este representaba la puerta de entrada al lugar santísimo, lo cual quiere decir que ya no existiría, sino que Cristo ahora se convertiría en el camino para poder ir delante de la presencia de Dios y obtener salvación.

Hablemos ahora de la verdad y la vida. ¿Qué es la verdad? ¿Cómo es Cristo la verdad? Pues Él es la revelación de Dios. La verdad puede ser entendida como aquello que nos libera y ¿de qué? De yugo de pecado. Como vida, el Señor Jesús es la comunicación de Dios a nosotros, por eso en le verso al final Él dice, nadie viene al Padre sino por Mí, lo cual es una gran verdad, ya que la misma Palabra lo respalda al decir: “porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5 RVR1960). ¿Sabías que en el principio, el primer hombre, Adam, tuvo el privilegio de hablar directamente con Dios? Pero se perdió cuando Adam y Eva desobedecieron al Señor. Esa comunicación el hombre no la volvió a experimentar, sino a través de los profetas de Dios, quienes hablaban la Palabra de Dios. Con la muerte del Señor Jesús, todo cambió y ese privilegio queda totalmente restablecido. Al ser nuestro Señor Jesús el camino, inmediatamente se constituye en la puerta, en aquel sacrificio mediante el cual pasamos de muerte a vida, Él es nuestro único camino hacia la salvación y una eternidad con el Padre Celestial. Espero que este devocional haya llegado como refrigerio a tu vida, no olvides ser de bendición, comparte hoy, te reto.

Bajo la guía del Espíritu Santo,

Sergio Meza Padilla

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