Imagen por 24thcentury

Durante la mañana del viernes 27 de marzo de 2020 presentó fiebre de 42 grados y dificultad para respirar, así que la trasladaron a un dispensario. Como necesitaba con urgencia que le proporcionaran oxígeno, desde allí la llevaron al Hospital de Especialidades Guayaquil. Esa noche, alrededor de las ocho y media, informaron a sus familiares que, debido a la diabetes de la que padecía, sumada al presunto coronavirus, la desdichada mujer sufrió un coma diabético, por lo que falleció.

Casi un mes después, pasado el mediodía del viernes 24 de abril, llegó una ambulancia a su domicilio en el centrosur de Guayaquil, con una fotografía de ella. Del vehículo de emergencia descendieron un trabajador social, un médico y un psiquiatra comisionados para mostrarles la fotografía a los familiares a fin de corroborar que se trataba de ella, y, de ser así, informar que había ocurrido un error: ¡Ella, en realidad, no había muerto! ¡El día anterior había recobrado la conciencia, había dicho su nombre, Alba Maruri, había preguntado por Aura, su hermana con quien vivía, y les había dado a los médicos el número de teléfono de la casa para que le pidieran a Aura que fuera a recogerla!

Penosamente, Alba Maruri cumplió los setenta y cuatro años el 10 de abril, exactamente dos semanas después de su presunta defunción y dos semanas exactas antes de recobrar el conocimiento, cuando toda su familia la daba por muerta y se encontraba sola e inconsciente en una cama del hospital. Con el primer informe, por el supuesto grado de descomposición de su cuerpo, el hospital les sugirió a los familiares que se valieran de uno de los servicios funerarios de la ciudad para cremarlo. ¡Y para cubrir los gastos —entre éstos los de la cremación y las cenizas de quién sabe quién— tuvieron que hacer una colecta, ya que el costo ascendió a dos mil dólares!

Aura Maruri comentó sobre el dolor que le causó la supuesta muerte de su hermana Alba: «¡Póngase que nosotros hubiéramos sufrido del corazón!» En cambio, pensando en el futuro, Patricia Solano, la hija de una prima de Alba, aseguró que ella como abogada se encargaría de que Alba fuera registrada nuevamente de la manera correcta en el Registro Civil, que emitió un acta de defunción de una persona que estaba viva.1

Este insólito caso nos sirve para que también nosotros así mismo reflexionemos sobre el pasado y pensemos en el futuro. Es que, al reflexionar sobre el pasado claramente reconocemos que todos, en lo espiritual, sí hemos sufrido del corazón. Por eso el rey David le pidió a Dios un corazón limpio, y Dios dijo por medio del profeta Ezequiel que le daría a su pueblo un corazón nuevo. Y pensando en el futuro, gracias a Dios, con tan sólo pedírselo Él no sólo nos dará un corazón nuevo,2 sino también un nombre nuevo que su Hijo Jesucristo nos aseguró que es motivo de alegría por estar debidamente escrito en el registro del cielo.3

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net

Un Mensaje a la Conciencia