LAS IMAGENES REBAJAN A DIOS

Las imágenes rebajan a Dios

No se hagan ídolos, ni levanten imágenes ni piedras sagradas. No coloquen en su territorio piedras esculpidas ni se inclinen ante ellas. Yo soy el Señor su Dios (Levítico 26: 1).

HAY UNA RELACIÓN muy estrecha entre el primer mandamiento y el segundo. Así que amerita preguntarse: ¿Por qué deben considerarse como dos mandamientos? ¿Son diferentes en algún respecto? En el primer mandamiento, el Creador prohíbe la adoración de otros dioses. El segundo mandamiento condena la elaboración de imágenes, escultu­ras y objetos que representen a la Deidad. ¿Por qué es así? Aparentemente, al­guien podría decir que elaborar imágenes u objetos para representar al Crea­dor no estaría prohibido. Se concluiría que adorar esos objetos no involucra­ría ninguna idolatría.
Ese era el problema de la gente en la antigüedad. Se le dificultaba adorar a sus dioses solo con la mente. Durante su permanencia en Egipto, los israe­litas se acostumbraron a las representaciones materiales de la Deidad. Tanto se incapacitaron para desarrollar un culto espiritual, que tenían la tentación de representar al verdadero Dios mediante imágenes y objetos. El segundo mandamiento se distingue del primero en: Condenar la elaboración de imá­genes del mismo Creador. Ya con mencionar que no deberían adorar otros dio­ses, el primer mandamiento prohibía la adoración de imágenes de esos dioses, pero no tocaba el aspecto de la elaboración de imágenes del Creador como objetos de culto. Esto se prohíbe en el segundo mandamiento.
¿Por qué Dios no quería que se lo representara con imágenes y escultu­ras? Reflexionemos en estas palabras del apóstol Pablo ante el areópago de Atenas: «El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. Por tanto, siendo descendien­tes de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano» (Hech. 17: 24, 25, 29). Las imágenes rebajan a Dios.

El Dios invisible

Demasiado pronto se han apartado del camino que les ordené seguir, pues no solo han fundido oro y se han hecho un ídolo en forma de becerro, sino que se han inclinado ante él, le han ofrecido sacrificios, y han declarado: «Israel, ¡aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto!» (Éxodo 32: 8).

EL SEGUNDO MANDAMIENTO prohíbe la elaboración de imágenes de Dios. La razón de esta prohibición se basa en el hecho de que las imágenes son creación de los hombres, y consecuentemente rebajan la grandeza y la santidad de Dios. Esta es la razón por la que el Señor no se ha dejado ver por los seres humanos. No podríamos soportar esa visión, y por lo tan­to cualquier representación de él no haría justicia a su grandeza y majestad.
Eso, a su vez, nos haría tener una idea equivocada del Creador. Con una idea distorsionada de Dios, el culto que le ofreceríamos sería igualmente defor­mado. Un culto así, traería engaño, y este la perdición. De allí que la prohi­bición de imágenes del Creador es lógica y razonable.
También se quería evitar que conceptos, objetos e imágenes usados para otros dioses se usaran para el Creador. En un mundo donde había tantos dioses y señores, el sincretismo religioso era una gran tentación. De acuerdo al testimonio bíblico, los israelitas no escaparon a esa tentación cuando, al pie del monte Sinaí, pidieron a Aarón que les hiciera un becerro y que proclamara que ese era el dios que los había sacado de Egipto (Éxo. 32). Obviamente esta era una figura del dios egipcio Apis, con quien los israelitas se relacionaron durante su estancia en Egipto. No era que de pronto se habían convertido en adoradores de ese dios, sino que usaron esa imagen para adorar a Jehová, el Dios creador de los hebreos. El segundo mandamiento condenaba esa práctica que era común en aquella época. Dios no debía confundirse con dioses paganos en el culto y la adoración israelita.
¿Por qué Dios no deseaba esta confusión? Lo leerá mañana con detenimiento.

Que Dios te bendiga, oramos por ti!

Junio 02 2010

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