«Milagro en la mina»

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Imagen por Marko_K

(Aniversario del Milagroso Rescate de los Mineros de Chile en 2010)

«Nunca antes se había visto algo similar. Se esperaba que la operación sin precedentes para rescatar a los treinta y tres mineros que habían quedado atrapados por casi setenta días demorara alrededor de cuarenta y ocho horas…. [Pero para] los que estábamos atrapados en las profundidades de la mina San José, [localizada treinta kilómetros al noroeste de la ciudad de Copiapó, en Chile]… nada podía darse por seguro», relata el minero José Henríquez, considerado el guía espiritual del grupo rescatado, en su libro titulado Milagro en la mina.

«Nada había sido seguro desde el momento en que la mina se derrumbó el jueves, 5 de agosto de 2010. Sentimos que la tierra tembló cuando aquel terrible suceso nos dejó a treinta y tres de nosotros atrapados a setecientos metros bajo tierra —continúa narrando Henríquez—. Los rescatistas empezaron a buscar sobrevivientes al día siguiente, pero el 7 de agosto, apenas día y medio después del primer colapso, hubo un segundo derrumbe mientras los rescatistas trataban de entrar por el pozo de ventilación de la mina.

»En la superficie del yacimiento… una muralla de escombros de casi un kilómetro de espesor bloqueaba la entrada. A fin de continuar el esfuerzo de rescate, resultó necesario traer maquinaria pesada a la mina….

»En las entrañas de la mina… no nos hallaron vivos [sino] hasta el domingo, 22 de agosto, diecisiete días después del colapso inicial. La confirmación de que estábamos vivos solo significó el comienzo de una lucha épica [para]… liberarnos. ¡Estábamos vivos… pero enterrados! Necesitábamos una fe sólida para abrigar al menos un rayo de esperanza [de] que esta pesadilla [tuviera] algún resultado positivo y por lo menos algunos de nosotros [pudiéramos] sentir una vez más en [el rostro] el calor de los rayos del sol.

»¡Desde el momento en que nos hallaron, [tuvimos que] esperar otras siete semanas y media a fin de que nos rescataran! … Después de… días interminables de arduo trabajo que rayaba en el sacrificio con el objetivo de lograr la perforación y el entubamiento de un conducto que nos enlazara con la superficie, se anunció que empezaría el rescate. Finalmente, como diez minutos después del tiempo programado para comenzar, el primer sobreviviente logró llegar a la superficie. El resto de nosotros lo siguió poco después, a un ritmo de aproximadamente un hombre por hora….

»Cuando llegó mi turno para salir de la cápsula de rescate, quedé totalmente aturdido al ver todo el equipo que Dios había reunido a fin de [salvarnos]…. Dios no había considerado ningún costo demasiado [alto para] liberarnos. (Se calcula que la operación de rescate costó unos veinte millones de dólares.)»1

Gracias a Dios, Henríquez bien pudo haber dicho aquí lo que deja en claro en el resto del libro: que, así como cuando Dios los salvó física y temporalmente no escatimó esfuerzos ni dinero, cuando los salvó espiritual y eternamente el precio que pagó fue tan alto que no escatimó ni a su propio Hijo Jesucristo, sino que lo entregó a la muerte por ellos y por todos nosotros. Por eso, tal como nos exhorta San Pablo y como lo ha hecho Henríquez, debemos reconocer, honrar y agradar a Dios como nuestro Señor y Salvador.2

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1José Henríquez, Milagro en la mina: Una historia de supervivencia, fortaleza y victoria en las minas de Chile contada por uno de los 33 (Miami: Editorial Vida, 2011), cap. 1.
2Ro 8:32; 1Co 6:20; 7:23

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