MISERICORDIA COMO LA DE DIOS

Misericordia como la de Dios

El rey le dijo: «¿No ha quedado nadie de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia de Dios?» Y Siba respondió al rey: «Aún ha quedado un hijo de Jonatán, lisiado de los pies». 2 Samuel  9: 3

La historia de David y Mefi-boset contiene uno de los mensajes más bellos de
la Biblia. David decidió premiar a un enemigo potencial. Pudo haberlo eliminado, pero en vez de eso decidió perdonarlo.
Una de las razones por las cuales el Señor consideró a David como un varón conforme al corazón de Dios es porque él perdonó. Si queremos ser hombres o mujeres que corran bien la carrera espiritual y terminar bien, debemos aprender a perdonar a los demás. Necesitamos aprender a perdonar, porque nos ofendemos unos a otros. El esposo hiere a la esposa. La esposa hiere al esposo. Los padres hieren a los hijos; los hijos hieren a los padres. Familiares ofenden a sus familiares; los amigos hieren a amigos. Esta es la razón por la cual necesitamos perdonar.
La historia registrada en 2 Samuel 9 no solamente presenta a David perdonando a un joven llamado Mefi-boset; también ilustra el amor de Dios extendiéndonos su gracia. Cuando David pidió que le trajeran a Mefi-boset, este se encontraba en Lodebar, cuyo significado es “seco y muerto”, un lugar donde no hay pastos. Era un lugar donde pocos desearían vivir. No era el lugar para que viviera el nieto del rey anterior. ¿Por qué estaba Mefi-boset allí?
Por entonces ya era un adulto y, además, tenía un hijo. Vivía con temor de la represalia del rey. Estaba privado de la comunión con el pueblo de Dios, y era incapaz de caminar. Un cuadro perfecto de todos nosotros viviendo en Lodebar, sintiéndonos odiados, indeseados, no necesitados, no merecedores de nada. Pero así como David buscó y encontró a Mefi-boset, Dios nos buscó y nos encontró a nosotros. «Siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros».
Nuestra relación con Dios se basa totalmente en lo que Jesús hizo por nosotros. Eso no significa que nosotros no debamos tratar de vivir una vida buena, pero una buena vida no trae las bendiciones de Dios. Son las bendiciones de Dios las que producen la buena vida. Dios te ama a ti. Te ama. Te acepta, independientemente de lo malo que seas, por causa de Jesús. Busca a Dios hoy, aunque te encuentres deformado, como Mefi-boset, por causa del pecado. El Señor te recibirá en su casa, y te sentará a su mesa, como hizo David con Mefi-boset.

Abril 2

Perdonar, compromiso de toda una vida

Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. Salmo 51:4

Cuando considero el hecho de que Jesús conoce todo lo relativo a nuestros pecados, y que, sin embargo, promete guardar todo lo que nos ha perdonado en el baúl del olvido, mi gratitud hacia él se agiganta. Aunque lo sabe absolutamente todo acerca de todo acto malo que hayamos cometido, Dios no saca nuestros trapos sucios al sol para avergonzarnos a la vista de nuestros semejantes. Cuando humillamos a alguien recordándole una ofensa que ya le habíamos perdonado, sin duda Dios lo toma muy en cuenta. Dios lo ve como un acto detestable y contrario al carácter de sus hijos.
Mantener a una persona en perpetuo temor usando amenazas como «Te voy a acusar», o «Recuerda que sé algo de ti que los demás no saben», es una infamia y merece el castigo de Dios. El Señor nos perdona de buen grado, y nunca nos manipula de esa manera. Al saber que Dios nos ha perdonado miles de veces y ha decidido sepultar la información en lo más profundo del mar debería producir un espíritu de eterno agradecimiento y una actitud de completo perdón hacia los demás por el resto de nuestra vida.
Adoptar un compromiso de perdón total implica procurar que hasta nuestros enemigos estén completamente libres de culpa y de toda amenaza de delación ante Dios y ante los hombres. Pedir perdón, aceptando el ofrecimiento divino de nuestro texto de hoy, es comprometernos a perdonar, de acuerdo con la condición divina del perdón: «Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mat. 6:15).
No es suficiente perdonar hoy. Hay que perdonar siempre. Recuerdo a una esposa que, con lágrimas, le dijo a su esposo: «Pensé que me habías perdonado por eso», y el esposo respondió: «Te perdoné ayer». La postura divina no es así, y tampoco lo es el mandato que nos da el Señor. Dios quiere que perdonemos y que el perdón se mantenga ayer, hoy, mañana, y mientras dure nuestra vida aquí en la tierra.
Si piensas hacer un pacto de perdón total, tendrás que renovarlo todos los días de tu vida. Cuando sientas la tentación de sacar los trapos sucios de tu ofensor al sol, recuerda lo que Dios hace contigo a diario. Nunca olvides que el perdón que Dios quiere que ofrezcamos a los demás no es puntual ni momentáneo. Debe durar  toda la vida.

Dios te bendiga,

Abril, 5 2009¡El Dios al que yo sirvo esta aquí!Si tienes un pedido de oración envíalo a cieloestrellaazul@hotmail.com Oramos  por ti

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