«Pase lo que pase, estoy contigo»

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Imagen por mrBunin

Salty y Roselle se encontraban en la primera de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Aquel fatídico día Salty estaba en la planta 71; Roselle, en la planta 78. Pero no era por casualidad. Los dos tenían que estar allí todos los días laborales en sus puestos de trabajo.

 Esa mañana Salty estaba sentado junto a su compañero Omar cuando de repente escucharon un impresionante sonido estruendoso y sintieron que el edificio comenzaba a bambolearse. Percibiendo el peligro inminente y el olor a humo, Salty tomó la iniciativa de guiar a Omar hasta las escaleras atascadas de personas que huían en tropel. Durante más de una hora Salty ayudó a Omar a esquivar los escombros en el descenso hasta el vestíbulo, y de allí a las puertas por las que salieron corriendo. Habían logrado alejarse unas dos o tres cuadras cuando oyeron cómo se desplomaba la torre. ¡Habían salido de la torre justo a tiempo!

Roselle, por su parte, les sirvió de guía a su compañero Michael y a otras treinta personas. Por más de una hora todos ellos, venciendo los mismos obstáculos —el caos, el pánico, el humo y los cascotes que estaban cayendo—, descendieron en total 1.463 escaleras antes de salir sanos y salvos a la calle. Momentos después vieron muy de cerca el derrumbe de la Torre 2, y sintieron en el cuerpo las piedras y los escombros que los salpicaban.

Lo más asombroso de estos dos héroes del 11 de septiembre es lo que tenían en común: Ambos eran perros guías de sus respectivos dueños ciegos, Omar Eduardo Rivera, un ingeniero colombiano, y Michael Hingson, un gerente de ventas estadounidense. A los dos héroes caninos se les reconoció justamente su labor meritoria con varias distinciones de los Estados Unidos, como también una muy especial del Reino Unido, la medalla Dickin, que se les otorga a animales que demuestran su devoción al hombre y valor en algún conflicto militar.1 Pero lo irónico del caso es que ese día dos personas invidentes, por medio de sus magníficos perros labradores, fueron instrumentales en la salvación de por lo menos treinta personas que sí disfrutaban de la facultad de la vista.

En una entrevista catorce años después, Omar Rivera recuerda que, durante su descenso por aquellas escaleras, dejó que Salty bajara solo por algunos minutos, sin él. «Pero Salty decidió: “No, no puedo ir sin él —afirma Rivera—. Así que Salty regresó. Con eso me estaba diciendo: “Estoy contigo. Pase lo que pase, estoy contigo. Tú y yo juntos… ¡Ni se te ocurra pedirme que te deje! Yo me quedo contigo.”»2

Gracias a Dios, para poder contar con semejante prueba de devoción y promesa de compañía, no es necesario que tengamos perros guías como Salty y Roselle. Con tan sólo pedírselo, todos podemos contar con un Salvador, su Hijo Jesucristo, como nuestro Guía divino que nos promete que estará con nosotros «hasta el fin del mundo».3

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Emily Upton, «The Amazing Salty and Roselle», Today I Found Out: Feed your Brain [Hoy me enteré: Alimenta tu cerebro], 11 septiembre 2013 <http://www.todayifoundout.com/index.php/2013/09/ the-amazing-salty-and-roselle> En línea 8 marzo 2021; Javier Sanz, Historias de la historia, 7 noviembre 2020 <https://historiasdelahistoria.com/2020/11/07/ la-lealtad-de-los-perros> En línea 8 marzo 2021.
2Laura T. Coffey, «Salty, a relative of Wrangler’s, led blind owner to safety from 71st floor on 9/11» [Salty, pariente de Wrangler, guió a su dueño ciego a lugar seguro desde la planta 71 el 11 de septiembre], Today [Hoy], 11 septiembre 2015 <https://www.today.com/pets/ salty-relative-wrangler-s-led-blind-owner-safety-71st-floor-t43471> En línea 8 marzo 2021.
3Mt 28:20

Un Mensaje a la Conciencia

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