Un deber y una oportunidad
Imagen por Verde River
«Lo primero que se dice de los chilenos es que somos hospitalarios: a la primera insinuación abrimos los brazos y las puertas de nuestras casas…. —dice la escritora chilena Isabel Allende en su libro autobiográfico titulado Mi país inventado: Un paseo nostálgico por Chile—. No se puede entrar a una vivienda, rica o pobre, sin aceptar algo de comer o beber…. Ésta es una tradición nacional….
»Lo primero que ofrecemos al visitante es un “tecito”, un “agüita” o un “vinito”. En Chile hablamos en diminutivo, como corresponde a nuestro afán de pasar desapercibidos y nuestro horror de presumir, aunque sea de palabra. Luego ofrecemos lo que hay para comer “a la suerte de la olla”, lo cual puede significar que la dueña de casa les quitará el pan de la boca a sus hijos para darlo a la visita, quien tiene la obligación de aceptarlo.
»Si se trata de una invitación formal, se puede esperar un banquete pantagruélico; el propósito es dejar a los comensales con indigestión por varios días. Por supuesto, las mujeres hacen siempre el trabajo pesado. Ahora existe la moda de que los hombres cocinen, una verdadera desgracia, porque mientras ellos se llevan la gloria, a la mujer le toca lavar el cerro de ollas y platos sucios que dejan apilados.
»La cocina típica es sencilla, porque la tierra y el mar son generosos; no existen frutas ni mariscos más sabrosos que los nuestros…. Mientras más difícil es obtener los ingredientes, más elaborada y picante es la comida, como ocurre en India o en México, donde hay trescientas maneras de preparar arroz. Nosotros tenemos una sola y nos parece más que suficiente. La creatividad que no necesitamos para inventar platos originales la empleamos en los nombres, que pueden inducir al extranjero a las peores sospechas: locos apanados, queso de cabeza, prieta de sangre, sesos fritos, dedos de dama, brazo de reina, suspiros de monja, niñitos envueltos, calzones rotos [y] cola de mono.»1
¡Qué nombres tan creativos los que Isabel Allende menciona que les ponen los chilenos a ciertas comidas! Los que somos de sus países hermanos nos identificamos plenamente con esos nombres, ya que empleamos muchos de los mismos y otros parecidos. ¡Y qué manera tan especial la que tienen los chilenos de tratar a sus visitas, tanto las esperadas como las imprevistas! Con razón que se diga de ellos que son hospitalarios, así como puede decirse de otros tantos países nuestros de Iberoamérica.
Lo cierto es que esa manera de ser alegra sobremanera el corazón de Dios. Pues Él nos creó para que, entre otras cosas, seamos hospitalarios. Él considera la hospitalidad no sólo un deber2 sino también una gran oportunidad para todos. «No se olviden de practicar la hospitalidad —recomienda su Libro Sagrado— pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.»3 Y con mayor razón Dios espera que no le neguemos hospedaje a su Hijo Jesucristo, como sucedió cuando por su gran amor lo envió a este mundo para salvarnos, sino que abramos los brazos para recibirlo y la puerta de nuestro corazón para que entre. Él desea entrar y cenar con nosotros como nuestro invitado y huésped divino.4
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1 | Isabel Allende, Mi país inventado: Un paseo nostálgico por Chile (Nueva York: HarperCollins, 2003), pp. 122-25. |
2 | Ro 12:13; 1Ti 3:2; 5:10; Tit 1:8; 1P 4:9; 3Jn 8 |
3 | Heb 13:2 |
4 | Jn 1:11; 3:16; Ap 3:20 |