«Unos nacen con estrella»

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Imagen por 黃昱峰

(Día de los Reyes)

Era el año 1902 y la ciencia no estaba tan avanzada como para que recibieran previo aviso. De repente los ensordeció un estallido pavoroso y quedaron sepultados bajo la lava del volcán. Sintieron que el mundo se les venía encima, pero no tuvieron tiempo para protegerse. La inmensa nube roja que la montaña Pelée escupió sobre la tierra aniquiló en un instante a los treinta y cuatro mil habitantes de Saint Pierre en la isla Martinica… a todos menos uno.

El que sobrevivió se llamaba Ludger Sylbaris. Era el único preso de la ciudad, y las paredes de la cárcel en que estaba recluido habían sido construidas a prueba de fugas. De modo que el único que se salvó fue el condenado.1

Hay quienes, al oír un caso insólito como este, investigarían a ver si aquel preso nació de pie. Para ellos, eso explicaría su buena suerte porque, según la antigua superstición popular, los que nacen con los pies por delante, y no de cabeza, como es más habitual, tienen una vida mucho más afortunada que la de los demás.2 En el caso del preso, el hecho de salir con vida lo calificó de afortunado. Tal vez no le haya ido bien antes de ser encarcelado, pero en última instancia eso es lo de menos.

Hay un refrán bastante conocido que es afín al modismo «nacer de pie». El refrán dice: «Unos nacen con estrella, y otros nacen estrellados.» Si bien a todos nos da a entender la distinta suerte de las personas, a muchos nos recuerda el nacimiento del niño Jesús, el Hijo de Dios. Pudiera pensarse que la estrella que guió a los reyes magos a Belén auguraba un futuro brillante para el niño. ¿Acaso no la seguían aquellos sabios del Oriente porque se trataba del futuro rey de los judíos?3 Pero ¿cómo podemos calificar de brillante el futuro del tal «afortunado» si lo que le aguardaba era malentendidos, traiciones y abandono por parte de sus amigos, y por parte suya, la abnegación, el sacrificio y la entrega total hasta la muerte más cruel en plena juventud?4

El destino de Jesucristo, desde el día en que nació, era morir clavado en una cruz por los pecados de todas las personas de todas las épocas.5 De modo que, en sentido figurado, Él no nació ni de pie ni con estrella ni estrellado, sino destinado a morir por nosotros, y eso no tiene nada que ver ni con la buena ni con la mala fortuna… a no ser la buena fortuna nuestra. Porque a raíz de su muerte premeditada, cada uno de nosotros puede ahora alcanzar su propio destino divino, que es llegar a ser transformados según la imagen de ese niño de Belén.6 Y lo irónico del caso es que, si nos proponemos lograrlo, en vez de ser como aquel condenado que, sin merecerlo, fue el único que se salvó cuando los demás murieron, seremos como el Único que murió, sin merecerlo, para que los demás podamos salvarnos.

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Eduardo Galeano, Memoria del fuego III: El siglo del viento, 5a ed. (Madrid: Siglo XXI Editores, 1987), p. 8.
2Gregorio Doval, Del hecho al dicho (Madrid: Ediciones del Prado, 1995), p. 145.
3Mt 2:1-12
4Lc 18:31-34
5Mr 8:31
6Ro 8:29

Un Mensaje a la Conciencia

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