DIOS, NUESTRO PADRE

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En-hacore (o El pozo de aquel que clamó).

Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva.

Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. Pero El decía esto del Espíritu, que los que habían creído en El habían de recibir; porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado.

Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto–dice el Señor de los ejércitos–si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde.

Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan.

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!

Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

Jue. 15:19    Jn. 4:10; 7:37,39    Mal. 3:10    Lc. 11:13,9    Gal. 4:6    Ro. 8:15

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