Nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

Y el Señor me librará de toda obra mala y me preservará para su reino celestial.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que lo aman?

 Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones y os confirme en toda buena palabra y obra.

    Jn. 10:29   II Ti.1:12; 4:18     Ro.8:37-39     Col.3:3     Stg.2:5     II Ts.2:16,17