La fe que salva

José Satirio Dos Santos

“Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote” Marcos 5:33-34. Jesús en el desarrollo de su ministerio sanó muchos enfermos, cada uno de esos milagros ilustra maravillosas lecciones de fe.

En Marcos 5:21-34 se cuenta la historia de una mujer que se atravesó en el camino del Maestro cuando él iba a orar por la sanidad de la hija de un hombre principal de la sinagoga. Al parecer este caso del camino tuvo prioridad para el Señor pues lo atendió inmediatamente.

Esa mujer que interrumpió el recorrido de Jesús demostró que tenía fe y esa fe le permitió ser salva. Mucha gente quiere ser salva y habla de fe, pero muy pocos son los que la usan. Usted que quiere alcanzar favores de Dios, que desea llegar a un determinado nivel espiritual y ha buscado la forma ideal, podrá encontrar en el ejemplo de esta mujer pautas que le permitan hallar respuestas de Dios a sus necesidades.

1. UNA FE QUE NACE DEL DESENGAÑO

El versículo 26 de la lectura permite deducir que esta mujer se encontraba en el peor momento del desengaño: “Y había sufrido mucho, de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor”. Pensando en los tiempos actuales podemos imaginar que esta mujer fue primeramente a los médicos, y cuando descubrió que ellos no podían hacer nada, escuchó el consejo de otros que la invitaron a un sinnúmero de lugares. Unos trabajaban con hierbas, otros con aguas especiales y rezos, encontraría aquellos que tienen pirámides y tablas ouija, algunos le sugerirían realizar limpiezas y contras espirituales o llenar su cuerpo y su casa con fetiches.
Usted que tiene problemas en su vida personal o familiar, no importa cuales sean esos problemas, si ha llegado al tope y está en el desengaño de la vida, aprenda como esta mujer a buscar a Dios. Usted tiene una fe que está escondida y ésta puede brotar ahora en el tiempo de la aflicción, ponga esa fe en acción.
2. UNA FE REFLEXIVA
El segundo paso que dio la mujer fue usar la fe en una forma reflexiva. Ella tomó tiempo para pensar, para analizar, para hablar consigo misma: “Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva” vs. 28. Es maravilloso ver una persona que después de haber sufrido tanto, a la hora de dar nuevos pasos, toma el momento preciso para pensar y proceder correctamente. Bajo estas circunstancias, ella habría podido perjudicarse a sí misma, pero la fe reflexiva la hizo detenerse. Aquellos que son sinceros en su reflexión siempre encontrarán a Cristo y podrán acceder al favor de Dios.
La reflexión la llevó a comprender, a entender, que lo que Cristo estaba haciendo era verdad absoluta y por lo tanto sabía con certeza que ella iba a recibir también.

3. UNA FE DINÁMICA

“Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto” vs.27. El caso de esta mujer era terrible pues era considerada inmunda por el flujo de sangre que padecía y las leyes prohibían que alguien con esa enfermedad pudiera estar mezclado entre la gente. Así que ella quebrantó el orden y puso su fe en acción, una fe dinámica que le permitió romper todas las barreras, una fe que la llevó a acercarse a la fuente de su victoria.
Su esfuerzo debió haber sido muy grande porque estaba débil, delgada y además llevaba la marca del repudio de la gente, del fracaso de los médicos y el maltrato de los engañadores que la habían defraudado. Sin embargo, aún sin fuerzas, con este cuerpo que era más huesos que carne, avanzó entre la multitud para cumplir su deseo: “Tengo que acercarme, tengo que llegar donde él está, tengo que tocarlo, no importa lo que pase…”.

4. UNA FE SINCERA

En tiempos antiguos cuando a un tallador de madera o piedra se le estropeaba una de sus piezas, él tomaba cera y disimuladamente corregía la falla. La gente que compraba, si no conocía mucho llevaba el objeto sin problema, pero los expertos pedían una pieza sin cera y para probarla la sometían al calor del sol de manera que si había cera ésta se derritiera y el objeto quedaba sin valor. De allí surgió la palabra SINCERA.
La fe de la mujer de nuestra historia fue una fe sincera, una fe que dijo la verdad. “…Porque Cristo preguntó ¿quién me ha tocado?…” “… entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él y le dijo toda la verdad”. Vs.31-33. Ella pudo pensar que allí la apedrearían, o la echarían fuera, o al menos la avergonzarían, pero su fe la llevo a decir la verdad.

Entonces ¿De dónde procede la mentira? En San Juan 8:44 encontramos una respuesta fuerte de Cristo al respecto: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” Toda mentira, todo engaño, procede del diablo.

Me preocupa que un gran número de personas está comprometido con la mentira, unos de una manera y otros de otra. Si usted tiene algo escondido es mejor que diga toda la verdad de una vez, primero a Cristo y después a aquellos a quienes ha estado afectando su engaño. Así aprenderá una gran lección de esta mujer que fue probada por Jesucristo y a pesar de las circunstancias salió victoriosa de esa prueba.

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