PRIMERO LO DE ADENTRO

¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para
que también lo de afuera sea limpio. Mateo 23:26.

Lo primero que el escritor necesita, al redactar cualquier artículo,
es asir el pensamiento central: este es el fundamento, la espina dorsal
que sostendrá las palabras; todo lo demás es complemento. Por más
bellas que sean las expresiones, si no existe nada por dentro, es solo
una colección de palabras vacías.

La vida cristiana es muy parecida. Pero, el ser humano siempre tuvo
difi­cultad para entender esto. Su preocupación es la apariencia, lo
que se puede ver; tal vez, por su incapacidad de discernir lo que existe
en el corazón de las personas.

El pueblo de Dios, en los tiempos de Cristo, vivía este drama. Una
exa­gerada preocupación con “parecer” bueno; énfasis en la
apariencia. Creía que, cuanto más extensa fuese la cantidad de
prohibiciones, más santa sería la vida religiosa. Tal vez, sus
intenciones fuesen buenas; quién sabe, fuese sincero. Es lamentable que
la sinceridad nunca fue un sinónimo de estar en el camino correcto. El
tiempo se encargó de demostrar cómo esa manera de ver las cosas solo
conducía a la desesperación, al desencanto y a la frustra­ción
espiritual, por no alcanzar lo que se había propuesto.
El Señor Jesucristo lo confrontó con la realidad del Espíritu:
“Limpia pri­mero lo de dentro”. ¡Qué mensaje! Lo de afuera es
consecuencia, resultado, fruto o como lo quieras llamar; lo esencial, lo
básico, lo indispensable, lo que realmente vale es lo que hay dentro.
Jesús había venido al mundo exacta­mente con el objetivo de realizar
esa obra que ningún ser humano puede lo­grar: transformar la
naturaleza interior; limpiar la fuente de las intenciones y de los
sentimientos; curar de verdad, y no solamente colocar un adhesivo para
disfrazar la herida.

¡Autenticidad! Esa es la palabra correcta. Una vida auténtica es una
vida fundamentada en Cristo; cualquier experiencia que vivas separado de
él es cáscara, fachada, apariencia. No esperes caer, agonizante, en el
camino de la vida para entender un mensaje tan simple.
Haz de este un día de comunión con Jesús. Vive con él todos los
días. No te separes del Maestro en ningún momento, y verás que los
frutos maravillo­sos de la vida cristiana aparecerán en tu vida, como
un resultado natural de vivir al lado de Jesús.

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