Reflexiona acerca de esto…

En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él. Eclesiastés 7:14.
Lo vi sin querer. Sentado en la escalinata de la estación del tren. Alto, cabello castaño hasta los hombros, ojos pardos. Estaba desecho. Jamás habría podido reconocerlo, si él no hubiese gritado mi nombre.
Me contó la triste historia de su vida. Había fracasado, en los negocios y en la vida. Dos matrimonios deshechos; tres hijos que se avergonzaban del padre, esclavo del alcohol, en fin… El típico ser humano destruido por las circunstancias.
Todo empezó, me confió, con la muerte de su hijo en un accidente: “No estaba preparado para el dolor”, balbuceó mientras bajaba la mirada, como si el dolor volviese sin querer.
¿Sabes? Nadie está preparado para la adversidad. Pero, el consejo del sabio es: “En el día de la adversidad, considera”. Otras versiones traducen “reflexiona”. Reflexionar es el acto de detenerse y pensar. Pensar ¿en qué? En que Dios hizo tanto el bien como la adversidad. ¿Cómo?
En el texto de hoy, el escritor atribuye a Dios el bien y el mal. Eso es típico de la literatura hebrea; en realidad, es típico del ser humano. Finalmente, todo lo que sucede en este mundo se atribuye a Dios porque, al fin de cuentas, él es Dios. Nada sucede debajo del sol sin su consentimiento. Él podría evitar que el dolor tocase la vida de sus hijos; pero, muchas veces, no lo impide porque es la única manera de hacernos crecer.
Recuerdo cuando era joven y me gustaba el deporte. Las horas de entrenamiento eran terribles y dolorosas, pero era la única manera de adquirir fortaleza física para el momento del partido.
Esta vida es una lucha permanente entre el bien y el mal. El campo de batalla es el corazón del ser humano. El enemigo hará todo lo que pueda para apoderarse de tu corazón; y, para eso, echará mano del dolor. Le gusta ver sufrir a los hombres. Sabe que cada vez que sufres él está tocando el corazón de Dios. Pero, el Señor permite que, a pesar de eso, tú atravieses por el valle del sufrimiento.
Por otro lado, saldrás más maduro; como la piedra bruta que fue pulida y se transformó en un bello diamante.
Por eso, hoy, no te desanimes si hay nubes en tu cielo o si el sol pareciera haberse ocultado. Tómate de la mano de Jesús, y enfrenta las dificultades. “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él”.

En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él. Eclesiastés 7:14.

Lo vi sin querer. Sentado en la escalinata de la estación del tren. Alto, cabello castaño hasta los hombros, ojos pardos. Estaba desecho. Jamás habría podido reconocerlo, si él no hubiese gritado mi nombre.

Me contó la triste historia de su vida. Había fracasado, en los negocios y en la vida. Dos matrimonios deshechos; tres hijos que se avergonzaban del padre, esclavo del alcohol, en fin… El típico ser humano destruido por las circunstancias.

Todo empezó, me confió, con la muerte de su hijo en un accidente: “No estaba preparado para el dolor”, balbuceó mientras bajaba la mirada, como si el dolor volviese sin querer.

¿Sabes? Nadie está preparado para la adversidad. Pero, el consejo del sabio es: “En el día de la adversidad, considera“. Otras versiones traducen “reflexiona”. Reflexionar es el acto de detenerse y pensar. Pensar ¿en qué? En que Dios hizo tanto el bien como la adversidad. ¿Cómo?

En el texto de hoy, el escritor atribuye a Dios el bien y la adversidad. Eso es típico de la literatura hebrea; en realidad, es típico del ser humano. Finalmente, todo lo que sucede en este mundo se atribuye a Dios porque, al fin de cuentas, él es Dios. Nada sucede debajo del sol sin su consentimiento. Él podría evitar que el dolor tocase la vida de sus hijos; pero, muchas veces, no lo impide porque es la única manera de hacernos crecer.

Recuerdo cuando era joven y me gustaba el deporte. Las horas de entrenamiento eran terribles y dolorosas, pero era la única manera de adquirir fortaleza física para el momento del partido.

Esta vida es una lucha permanente entre el bien y el mal. El campo de batalla es el corazón y la mente del ser humano. El enemigo hará todo lo que pueda para apoderarse de tu corazón; y, para eso, echará mano del dolor. Le gusta ver sufrir a los hombres. Sabe que cada vez que sufres él está tocando el corazón de Dios. Pero, el Señor permite que, a pesar de eso, tú atravieses por el valle del sufrimiento.

Por otro lado, saldrás más maduro; como la piedra bruta que fue pulida y se transformó en un bello diamante.

Por eso, hoy, no te desanimes si hay nubes en tu cielo o si el sol pareciera haberse ocultado. Tómate de la mano de Jesús, y enfrenta las dificultades. “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él”.

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