La luz de los hombres

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. S. Juan 1:4

Un viernes por la tarde, hace casi dos siglos, Jesús subió al monte Calvario y fue clavado en una cruz, renunciando voluntariamente a la vida para salvar a la raza humana. Ese viernes fue tal vez el viernes más oscuro de toda la historia. El Sol ocultó su rostro con vergüenza para no ver cuán miserables son los hombres. Nubes negras cubrieron el horizonte, y la lluvia cayó torrencialmente, como si el universo todo derramase lágrimas por el testimonio de amor que estaba siendo escrito con sangre en ese momento.
Hasta los animales y las bestias del campo corrían de un lado para el otro, porque instintivamente presentían que algo extraño estaba sucediendo. Sólo el hombre, la más inteligente de las criaturas, parecía no entender nada.

Aparentemente, todo había acabado, todo se había perdido y todo había fracasado. Aparentemente, las tinieblas prevalecían. Pero fue entonces, en medio de la oscuridad, cuando emergió la luz. “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Esa tarde de tinieblas no era más que el símbolo de lo que sería siempre la vida sin Cristo. Donde las tinieblas reinan, reina la confusión. Las personas no saben de dónde vienen, ni hacia dónde van. Viven tropezando aquí y allá, viven cayendo y lastimándose, y también lastimando a las personas que están más cerca. Al fin de cuentas, ¿adónde ir si no se ve nada? Se puede intentar todo, pero el resultado será siempre la frustración y el desencanto.

Una vida sin Cristo es como una vida sin luz. Fue necesario que Cristo fuera levantado en la cruz del Calvario para que, con su muerte, la vida se iluminara.

¿Estás confuso ante algunas de las decisiones que necesitas tomar hoy?
coloca todo en las manos de la Persona-Luz: Jesús. Dijo Juan: “La luz
resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la dominaron” (cap. 1:5).

Sal con esa promesa divina en tu corazón. Repítela muchas veces a lo largo del día, y cuando vuelvas para casa verás, tal vez, que las tinieblas de la noche ya llegaron, pero que tu vida continúa iluminada por la luz de Cristo.

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  1. marlene prieto

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