¡PERDONADOS!

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No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis transgresiones.

He disipado como una densa nube tus transgresiones, y como espesa niebla tus pecados.

Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados.

Venid ahora, y razonemos–dice el Señor– aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán.

Perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado.

Eres tú quien ha guardado mi alma del abismo de la nada, porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.

¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia

Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre… a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.

Sal. 25:7   Is. 44:22;  43:25;  1:18   Jer. 31:34   Mi. 7:19   Is. 38:17   Mi. 7:18   Ap. 1:5,6

 

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