¿Quien soy yo?

Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo, para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Éxodo 3:11.

En los ojos de Ari merodeaba la locura. El desequilibrio insano de días y noches recibiendo la visita de sus propios fantasmas. Noches sin fin y sin sueño. Días de tormento y de agonía. En esas circunstancias, la muerte era apenas un paso hacia el vacío. La muerte, para aquel joven empresario, se le había antojado siempre oscura, como sus noches, y vacía, como su alma.

Nadie es capaz de cumplir la misión de la vida sin entender primero la esencia de su ser. ¿Quién eres tú? ¿De dónde viniste y adónde vas?
¿Eres fruto de la casualidad, mediante un fenómeno natural llamado evolución, o saliste de las manos de un Creador, que te colocó en esta vida con una misión? La visión de futuro de cualquier persona depende de su visión de pasado.

Por eso Moisés, cuando recibió la misión de liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, preguntó a Dios: “¿Quién soy yo?” Partir hacia el cumplimiento de la misión sin conocer la esencia del ser puede ser trágico. Lo fue con Ari. En la cúspide del éxito, creyó que era un semidiós, incapaz de cometer errores. La cabellera rubia y los ojos azules lo engañaron. Muchas veces llegó a soñar que el mundo estaba a sus pies, y que los seres humanos eran sus vasallos.

Creció. Prosperó. Aparentemente, había realizado sus sueños, cuando se perdió en medio de las llamas de sus delirios. Sus ojos empezaron a brillar con un brillo extraño; comenzó a dar órdenes inconexas, irracionales, infan­tiles, y la familia percibió que estaba ausente; lejos de la razón, sumergido en el mar de sus alucinaciones.

Pasó el resto de su vida en una clínica de reposo. Aullaba por las noches, como un lobo. Su lamento se perdía en la inmensidad de un universo, del cual solo era una partícula y no el dueño, como siempre había pensado.

Hoy, despunta un nuevo sol; el mismo que se ocultó ayer. Pero, puede ser diferente para ti si recuerdas que un día saliste de las manos de Dios y, aunque la vida te sonrió y conquistaste montañas elevadas, continúas siendo criatura dependiente, e instrumento al servicio de la humanidad.

Haz de este un día de reflexión. Y recuerda: “Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo, para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”

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