¿Quién es sordo?

LEA:  Isaías 42:1-4,23-25
He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar,… Pero… vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. —Isaías 59:1-2
Un hombre le dijo a su doctor que creía que su esposa se estaba volviendo sorda. El doctor le dijo que llevara a cabo una simple prueba. Cuando el hombre llegó a la entrada de su hogar, exclamó: «Querida, ¿la cena está lista?» Al no escuchar respuesta alguna, entró y repitió la pregunta. Todavía no había respuesta. Al tercer intento, cuando ya estaba justo detrás de ella, finalmente la oyó decir: «¡Por tercera vez, sí!»

De manera similar, los antiguos israelitas creían que Dios estaba sordo cuando, en realidad, eran ellos los que tenían el problema. Isaías era un profeta enviado a advertir al pueblo de Dios acerca del juicio inminente, pero su mensaje se encontró con oídos sordos. En vez de ser el pueblo del pacto de Dios, que había de traer luz a los que vivían en tinieblas y liberarlos de las casas de prisión del pecado (42:7), los israelitas se negaron a escucharle. «No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley» (v.24).

El profeta explicó por qué las oraciones de ellos parecían encontrarse con los oídos sordos de Dios: «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar; ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios» (Isaías 59:1-2). Una razón para no recibir respuestas de parte de Dios es que puede que el pecado esté bloqueando nuestros oídos. Examinémonos cuidadosamente.

No es difícil escuchar a nuestro Dios.

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