Para que sirven los frutos

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Juan 15:8

Pastor, no entiendo lo que sucede conmigo -me decía el otro día unjoven-. Todos tienen buenos frutos que presentar, menos yo: no puedo probar que soy cristiano.
El versículo de hoy muestra el propósito de los frutos en la vida del cris­tiano: el propósito no es probar que somos “sus discípulos”; si pensamos de ese modo, corremos el peligro de buscar a Jesús con la intención de producir buenos frutos. En este caso, buscar a Jesús se vuelve un medio, y los frutos se transforman en el fin. Entonces, buscamos a Jesús por motivos egoístas. Y este es un terreno pantanoso, que muchos cristianos no perciben.
Buscar a Jesús no es el medio para alcanzar algo: es el fin, el objetivo, de todo. La vida sin Cristo no tiene sentido: él es el principio, el medio y el fin. Los frutos son el resultado natural del compañerismo diario con Cristo, y sirven para glorificar a Dios, no para alimentar el ego del cristiano ni para que los demás digan: “Mira qué cristiano maravilloso es aquel hombre”.
Es esto lo que menciona Jesús, en el versículo de hoy. Y lo dijo,
también, de otra manera: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
“Glorificar al Padre”: esta es la razón de ser de los frutos del Espíritu. Pero, en el cielo, Lucifer deseó la gloria para sí. Y hoy hace todo lo que puede con el fin de que los cristianos se confundan, y quieran producir buenos frutos, con idea de “probar” que son cristianos y ser glorificados, cuando la única motivación correcta para buscar a Jesús es reconocerlo como el Señor de nuestra vida, y devolverle la gloria que solo pertenece a él.
Haz de este un día de gloria a Dios. Tómate de la mano de Jesús; camina con él; permítele participar de tus sentimientos, pensamientos y acciones. Recuerda que Jesús es la Vid, y tú eres el pámpano: no tienes vida propia; tu vida depende de Dios. Si tu vida es una vida de comunión permanente con él, los frutos aparecerán; verdes, al principio, sin mucha hermosura, pero auténticos.
Por eso, recuerda: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”.

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