Donde está tu hermano?

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Génesis 4:9.

Caín vive en todos nosotros después de la entrada del pecado. Tal vez, seríamos incapaces de quitar la vida a alguien, pero para tener el espí­ritu de Caín no basta matar: es suficiente ignorar la existencia del hermano.El pecado te hace perder la visión de la realidad; te escondes detrás de los árboles, como lo hicieron Adán y Eva, en el Jardín.

Ignoras el dolor de los demás, y exclamas, como Caín: “¿Soy yo guarda de mi hermano?” La res­puesta divina es: “Sí, lo eres, aunque no lo quieras aceptar. No puedes vivir solo para ti y para los tuyos. Necesitas abrir los ojos a las necesidades de las otras personas, al medio ambiente, a las injusticias de este mundo”.Nosotros no vamos a resolver los problemas ecológicos o sociales de la tierra, pero podemos contribuir para disminuirlos. No podemos acabar con el hambre mundial, pero podemos dar un pan al vecino. No podemos llevar consuelo a millones de personas que mueren sin Cristo y sin espe­ranza, pero podemos hacer una oración y llevar palabras de ánimo al que trabaja a nuestro lado.

No basta evitar mis pecados personales y tratar de ser bueno: buen padre, buen esposo, buen ciudadano, buen miembro de iglesia; es necesario hacer algo para aliviar los terribles problemas que el pecado trajo a esta tierra. Si es necesario votar en contra de las injusticias, hay que hacerlo; el cristiano no puede omitirse, y permitir que las fuerzas del mal sigan dominando las circunstancias.

Por otro lado, no puedes caer en la tentación de pensar que el mundo cae a pedazos por culpa de la injusticia social: por el contrario, la injusticia so­cial es el resultado de un mal profundo, arraigado en la naturaleza humana, que la Biblia llama pecado. Ningún partido político, por bien intencionado que sea, será capaz de resolver los problemas del mundo, porque la raíz está en el corazón humano, y solo Jesús es capaz de cambiar el corazón humano y sus motivaciones.

Busca a Jesús; vive en compañerismo diario con él. Pero, no te aísles del mundo ni dejes de extender la mano al prójimo que necesita de ti, porque “Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”

 

DIOS TE BENDIGA,

 

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Génesis 4:9.

Caín vive en todos nosotros después de la entrada del pecado. Tal vez, seríamos incapaces de quitar la vida a alguien, pero para tener el espí­ritu de Caín no basta matar: es suficiente ignorar la existencia del hermano.
El pecado te hace perder la visión de la realidad; te escondes detrás de los árboles, como lo hicieron Adán y Eva, en el Jardín.
Ignoras el dolor de los demás, y exclamas, como Caín: “¿Soy yo guarda de mi hermano?” La res­puesta divina es: “Sí, lo eres, aunque no lo quieras aceptar. No puedes vivir solo para ti y para los tuyos. Necesitas abrir los ojos a las necesidades de las otras personas, al medio ambiente, a las injusticias de este mundo”.
Nosotros no vamos a resolver los problemas ecológicos o sociales de
la tierra, pero podemos contribuir para disminuirlos. No podemos acabar con el hambre mundial, pero podemos dar un pan al vecino. No podemos llevar consuelo a millones de personas que mueren sin Cristo y sin espe­ranza, pero podemos hacer una oración y llevar palabras de ánimo al que trabaja a nuestro lado.
No basta evitar mis pecados personales y tratar de ser bueno: buen padre, buen esposo, buen ciudadano, buen miembro de iglesia; es necesario hacer algo para aliviar los terribles problemas que el pecado trajo a esta tierra. Si es necesario votar en contra de las injusticias, hay que hacerlo; el cristiano no puede omitirse, y permitir que las fuerzas del mal sigan dominando las circunstancias.
Por otro lado, no puedes caer en la tentación de pensar que el mundo cae a pedazos por culpa de la injusticia social: por el contrario, la injusticia so­cial es el resultado de un mal profundo, arraigado en la naturaleza humana, que la Biblia llama pecado. Ningún partido político, por bien intencionado que sea, será capaz de resolver los problemas del mundo, porque la raíz está en el corazón humano, y solo Jesús es capaz de cambiar el corazón humano y sus motivaciones.
Busca a Jesús; vive en compañerismo diario con él. Pero, no te aísles del mundo ni dejes de extender la mano al prójimo que necesita de ti, porque “Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”

DIOS TE BENDIGA,

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