Corazones enfermos

En Valparaíso, república de Chile, un hombre de apenas veintiocho años de edad, debido al rechazo de parte de la mujer a la que amaba, decidió quitarse la vida. El hecho no hubiera sido notable de no haber sido por una oferta que hizo el hombre. «Quiero que mi muerte no sea en vano —anunció—. Quiero dar mi corazón a una enferma que lo necesite.»

Había, por cierto, una mujer enferma del corazón que se encontraba en esos momentos al borde de la muerte, y un nuevo corazón podía haberle salvado la vida. Pero los médicos que la atendían rechazaron la oferta del decepcionado hombre y ordenaron que se le pusiera bajo vigilancia por tratarse de un posible suicida.

El hombre le había ofrecido a su amada el corazón, como lo hace todo hombre enamorado, pero decepcionado al no ser correspondido, se lo había ofrecido luego a otra. La oferta que le había hecho a su amada era, por supuesto, simbólica. «Mi corazón es tuyo», le había dicho. Sin embargo, para la enferma desconocida la oferta del corazón era física y por lo tanto real.

Es importante reconocer que este suceso fue noticia por la reacción desproporcionada del romántico hombre, ya que desde tiempos antiguos ha habido innumerables casos de rechazo por parte de una mujer hacia su enamorado. El hombre común y corriente, frente al rechazo de su amada, quiere mostrarle a ella que ha cometido un tremendo error. Pero en vez de determinar que será un hombre ejemplar de tanto éxito que ella, a la larga, se lamentará de haberlo rechazado, por lo general se deprime o se enoja y decide darle una lección.

En casos excepcionales parecidos al del hombre de Valparaíso, el hombre rechazado se hiere él mismo, al extremo de procurar suicidarse. En el peor de los casos hiere física, verbal o emocionalmente a la mujer que no lo acepta, al extremo de querer matarla. Pero en la mayoría de los casos el hombre rechazado, al igual que el hombre de Valparaíso, busca a otra mujer para ofrecerle su corazón quebrantado en un acto físico y no simbólico, sólo que a diferencia de aquel hombre chileno, no busca a una mujer enferma en lo físico sino en lo moral. Y lo hace para que su amada se dé cuenta de cómo lo ha obligado a lanzarse a los brazos de una mujer mil veces menos digna de su amor que ella.

Es precisamente a tal hombre al que le dirige la palabra el sabio maestro del libro de los Proverbios. «Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos —le aconseja—. Porque fosa profunda es la prostituta, y estrecho pozo, la mujer ajena…. No desvíes tu corazón hacia sus sendas, ni te extravíes por sus caminos, pues muchos han muerto por su causa; sus víctimas han sido innumerables. Su casa lleva derecho al sepulcro; ¡conduce al reino de la muerte!… Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida.»1

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Pr 23:26‑27; 7:25‑27; 4:23

Un Mensaje a la Conciencia

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