«Empedernido fumador nocturno»
Imagen por Marcus Rahm
«Un día, Temy sufrió un accidente. Se cayó en el interior de un almacén provocándose un traumatismo craneoencefálico, lo que obligó a mantenerla bajo estricta observación varios días en una clínica, en una sala a oscuras. Fue una situación dolorosa pero necesaria para que yo comprendiera lo importante que era mi esposa para mí, cómo la amaba, cuánto dependía de ella el equilibrio de mi vida, y todo lo que me habían servido siempre sus consejos, su comprensión y su amor.»1
Así nos explica Mario Kreutzberger, el famoso conductor de Sábado Gigante, en su autobiografía titulada Don Francisco entre la espada y la TV, el papel indispensable que desempeñaba su esposa en su vida, lejos de las cámaras.
«En esa época era yo un empedernido fumador nocturno —continúa Don Francisco—; al acostarme, o despertando a medianoche, fumaba seis, siete y hasta ocho cigarrillos. Más de una vez me quemé el pecho. En una ocasión, de viaje, me levanté a comprar cigarrillos y al salir del hotel vi que nevaba. La necesidad era tan poderosa que, desafiando la nieve y el frío, fui a comprarlos. Necesitaba fumar antes de dormirme. Al regresar Temy de esos días en la clínica, me pidió que no fumara, pues el olor de tabaco le provocaba náuseas. Así lo hice, complaciéndola. Cuando llevaba varias noches sin cigarrillos, me dije: Si he podido estar sin fumar estos días, ¿para qué seguir haciéndolo? No fumé nunca más.
»Situaciones personales como ésta me llevaron a descubrir que [mi esposa] hacía las veces de mi “cable a tierra”. No podía ser de otra manera, si era ella quien siempre me sujetaba para que no me desbandara….»2
¡Qué bien que Don Francisco reconozca ese rol vital de su esposa, tal como Dios mismo lo diseñó, en beneficio de todo matrimonio! Es que a todo esposo le conviene, mucho más de lo que es capaz de imaginarse, dejar que su esposa lo proteja de ciertas malas influencias en su vida, sobre todo las que ejerzan tanto poder sobre él, o tengan tal atracción, que le es muy difícil resistirlas por sí solo. Ella es la persona que mejor lo conoce y, por lo tanto, la mejor preparada para ayudarlo a vencer ataques dirigidos a sus talones de Aquiles, es decir, sus puntos débiles. Y por si eso fuera poco, su esposa es también la persona más motivada, porque por lo general es ella quien más tiene que ganar o perder.
De modo que, además de servir como el «cable a tierra» para su esposo, sujetándolo para que no se desvíe sino que conquiste vicios tales como el cigarrillo, como en el caso de Don Francisco, la esposa puede servir como su sistema de alarma más eficaz para protegerlo de otras mujeres que pudieran arruinar su matrimonio y por consiguiente su vida misma. Pidámosle entonces a Dios, los que somos esposos, que nos ayude a reconocer el tremendo valor que tiene ese sistema de alarma que nos ha dado, a tal grado que en vez de reprocharle el esmero con que nos protege, lo aprovechemos al máximo y le demos gracias cada vez que surta el efecto que tanto nos conviene.
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1 | Mario Kreutzberger Blumenfeld, Don Francisco entre la espada y la TV (México, D.F.: Editorial Grijalbo, 2001), p. 35. |
2 | Ibíd. |