«El reo»

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Imagen por Peter Chou Kee Liu

(Día del Escritor Argentino y Natalicio de Leopoldo Lugones)

. . . . . . . . . .
Ya el reo se halla vendado,
y ante tropa y concurrencia,
se echa por última vez
el pregón de la sentencia.

Que habiendo correspondido
consejo sobre el tambor
resuelve que así se cumpla
el comando superior.

Que por su artículo tal
la ley con rigor ordena
que al desertor en campaña
se aplique la última pena.

Pero que si una mujer
por marido lo pedía,
en prisión, aquel suplicio
conmutado le sería.

Es que, en su misma dureza
compasiva, la ordenanza
querrá acordarle al amor
aquella última esperanza.

El caso es que para el reo
no fue el Destino tan cruel,
porque una dijo que estaba
pronta a casarse con él.

La que a esa carta perdida
se juega de tal manera
es, con sorpresa de todos,
Ña Justa, la pastelera.

Parda, jamona y de yapa,
bizca por su mala suerte,
aunque todos reflexionan
que al fin más fea es la muerte.

Y que un culpable indultado,
a quien la cárcel aguarda,
no va a andarse con melindres
sobre si es negra o es parda.

Ella le hace caridad
porque al fin es un suicidio
pasar la vida esperando
a la puerta del presidio.

Con lo cual bien los asombra
cuando ruega muy entero
que los ojos le desaten
porque quiere ver primero.

Y en cuanto echa un vistazo,
“No me conviene la prenda”,
dice con resolución,
y vuelve a pedir la venda.

Recibió sus cuatro tiros
dándose por satisfecho,
y así la pobre Ña Justa
sufrió el último despecho.

Miserias por esperanzas
ella buscó decidida.
Y al rigor de la fealdad
él sacrificó la vida.

No sé qué creerán ustedes,
mas yo tengo para mí,
que merece algún respeto
quien supo morir así.1

A este poema titulado «El reo» del ingenioso autor argentino Leopoldo Lugones bien pudiéramos calificarlo como tragicómico. Sólo que para tildarlo de cómico tendríamos que hacernos «los de la vista gorda» con relación a que en la actualidad no se considera «políticamente correcto» referirnos a una persona de manera despectiva con los calificativos de jamona, parda, negra, bizca o fea. Pero ¿qué piensa Dios nuestro Creador acerca de la belleza?

Siendo infinitamente más sabio que el hombre, Dios sabe lo subjetiva y relativa que es la belleza. Si el hombre ha logrado comprender que «la belleza está en los ojos de quien la contempla» porque «todo depende del color del cristal con que se mire», ¿cuánto más no lo sabrá Dios? Por eso, a diferencia del reo de Lugones, Dios no nos juzga ni nos rechaza por nuestra apariencia externa. Las Sagradas Escrituras resaltan una y otra vez que Dios no nos juzga por las apariencias ni se fija en ellas, sino que se fija en nuestro corazón.2 Determinemos entonces, tal como nos aconseja San Pedro, que la belleza que nos esforzaremos por cultivar será la que procede de lo íntimo de nuestro corazón, que es la belleza que más agrada a Dios.3

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Leopoldo Lugones, «El reo», Romances del Río Seco (Obra póstuma, 1938), en El payador y antología de poesía y prosa (Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1979), pp. 377-82.
21S 16:7; Is 11:3; Mt 22:16; Mr 12:14; Lc 20:21; Jn 7:24; Gá 2:6
31P 3:3-4

Un Mensaje a la Conciencia

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