¿Hay Dios para los pobres?
Imagen por Marcus Bevilaqua
(Antevíspera del Centenario de la Muerte de Baldomero Lillo)
«Era uno de los últimos días de junio, y una llovizna fina y persistente caía del cielo entoldado, de un gris oscuro y ceniciento…. Ese día destinado al pago de los jornales era siempre esperado con ansia….
»Allí estaba todo el personal de las distintas faenas, desde el anciano capataz hasta el [niño] portero de ocho años… con los ojos fijos en la cerrada ventanilla del pagador.
»Después de un rato de espera, el postigo de la ventana se alzó, empezando inmediatamente el pago de los jornales…. Los obreros eran llamados uno a uno por los capataces que custodiaban la pequeña abertura por la que el cajero iba entregando las cantidades que [correspondían a] cada cual….
»Cuando se hubo acercado a la ventanilla el último trabajador de la última faena, la voz ruda del capataz resonó clara y vibrante:
»—¡Reclamos!
»Y un centenar de hombres y de mujeres se precipitó hacia la oficina, todos… animados por la esperanza de que un olvido o un error fuese la causa de que sus nombres no aparecieran en las listas.
»En primera fila estaba [una] joven viuda… con su hijo, un muchacho de doce años, pero tan paliducho y raquítico que no aparentaba más de ocho…. [La viuda] acercó el rostro a la abertura y dijo:
»—José Ramos: portero.
»—¿No ha sido llamado?
»—No, señor.
»El cajero recorrió las páginas del libro, y con voz breve leyó:
»—José Ramos, 26 días a veinticinco centavos. Tiene un peso de multa. Queda debiendo cincuenta centavos al despacho.
»La mujer, roja de ira, respondió:
»—¡Un peso de multa! ¿Por qué? ¡Y no son veinticinco centavos los que gana sino treinta y cinco!
»El empleado no se dignó contestar…. La joven quiso insistir, pero los capataces la arrancaron de allí y la empujaron violentamente fuera del círculo…. La rabia la sofocaba y sus miradas despedían llamas.
»—¡Canallas, ladrones! —pudo exclamar después de un momento con voz enronquecida.
»Con la cabeza echada atrás [y] el cuerpo erguido… quedó un instante en actitud de reto, lanzando rayos de intensa cólera por los oscuros y rasgados ojos.
»—¡No rabies, mujer; mira que ofendes a Dios! —profirió alguien burlonamente entre la turba.
»La interpelada se volvió como una leona:
»—¿Dios? —dijo—. ¡Para los pobres no hay Dios!
»Y lanzando una mirada furiosa hacia la ventanilla, exclamó:
»—¡Malditos, sin conciencia! ¡Así se los tragará la tierra!»1
¡Qué penosa la situación en que se encontraba la pobre viuda de este pasaje del cuento titulado «El pago», que forma parte de la obra clásica Sub terra: Cuadros mineros del escritor chileno Baldomero Lillo! Lo irónico del caso es que, según el sabio Salomón, los que ofenden a Dios no son los pobres oprimidos, como la viuda del cuento, sino quienes los explotan, y honran más bien a Dios los que le tienen compasión al pobre.2 De ahí que el cantautor inglés Graham Kendrick alabe a Dios a su vez como el «Dios de los pobres» y «Amigo de los débiles», y le ruegue a Dios que nos llene de su compasión divina.3
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1 | Baldomero Lillo, «El pago», Sub terra: Cuadros mineros (Santiago de Chile: Imprenta Moderna, 1904), pp. 91-101. |
2 | Pr 14:31 (PDT) |
3 | Graham Kendrick, “The Story behind the Song ‘God of the Poor’” [La historia detrás de la canción «Dios de los pobres»] <https://grahamkendrick.co.uk/the-story-behind-the-song-god-of-the-poor-beauty-for-brokenness> En línea 30 marzo 2023. |