«El puente del diablo»

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Imagen por mangMangW

Hubo en Segovia, España, una mansión situada en la zona alta de la ciudad, en la que trabajaba una joven que ganaba su sustento manteniéndola abastecida de agua. Cada día tenía que descender con el cántaro a la zona baja donde se encontraba el agua, para luego volver subiendo la cuesta con el cántaro lleno. Un día festivo a la pobre le tocó hacer ese fatigoso recorrido vez tras vez, hora tras hora, hasta muy entrada la noche. Cuando sintió que ya no daba más, exclamó desesperada:

—¡Le daría mi alma al diablo si con eso no tuviera que volver nunca a recorrer este camino!

—¡Trato hecho! —le respondió una voz de timbre extraño.

—¿Quién eres? —preguntó asustada la joven, sorprendida al ver ante ella a un hombre apuesto.

—Vengo a realizar tus deseos para que acabe tu penosa tarea —contestó el extraño—. Yo me encargaré de subirte el agua a la zona alta de la ciudad si cumples tu promesa.

—Está bien —contestó temerosa la joven—, pero con la condición de que termines toda la obra esta misma noche, antes que salga el sol mañana.

—¡Acepto! —dijo el diablo sin reparar en la magnitud de lo que prometía.

Acto seguido, el diablo reunió a todas sus legiones de demonios, y todos se pusieron a trabajar frenéticamente. Ya casi finalizada toda la construcción, el diablo y sus ayudantes comenzaron a celebrar la victoria, llevando juntos la última de unas veinticinco mil piedras que colocaron. Pero en el momento preciso en que el diablo iba a poner esa última piedra en su puesto, apareció el sol y dejó caer sus dorados rayos sobre el acueducto. Al verse vencido, el diablo se retorció de ira y cayó en la tierra, hundiéndose en sus entrañas.

Desde entonces los segovianos llaman al acueducto el puente del diablo.1

Esta leyenda española no sólo explica por qué aquella joven anónima, junto con el acueducto, aparece en el escudo de la ciudad de Segovia, sino también por qué Dios mismo considera al diablo como un adversario peligroso. Es que Dios conoce a la perfección las artimañas de ese enemigo nuestro. Por eso el Espíritu Santo inspira a San Pablo para que nos advierta que el diablo es un farsante que se disfraza de ángel de luz, así como inspira a San Pedro para que nos lo describa como un león rugiente que anda buscando a quién devorar.2

Gracias a Dios, esos dos apóstoles nos enseñan cómo resistir hasta el fin y vencer al diablo cuando llegue el día malo. Debemos practicar el dominio propio y mantenernos alerta y firmes en la fe. Y debemos ponernos toda la armadura de Dios, que nos protege mediante la verdad, la justicia, la paz, la fe, la palabra de Dios y la oración.3

Más vale entonces que, a diferencia de aquella incauta joven legendaria que se salvó por una sola piedra, determinemos acatar las advertencias y enseñanzas de aquellos apóstoles. Pongámonos todos los días la armadura espiritual que Dios ha dispuesto para nuestra protección. De hacerlo así, no tendremos que perder ni una hora de sueño por lo que nos espera el día de mañana.

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Placa titulada «Leyenda: El puente del diablo» en el Centro de Interpretación del Acueducto de la Casa de Moneda de Segovia; Ricardo Aroca, La historia secreta de los edificios (Barcelona: Espasa Libros, 2011), pp. 29-39; Ignacio Sanz, «Leyendas segovianas»», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes <http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/leyendas-segovianas/html> En línea 17 abril 2018; Juan Giles, «La leyenda del Acueducto de Segovia», ABC, 3 noviembre 2014 <http://www.abc.es/local-castilla-leon/20141101/abci-leyenda-acueducto-segovia-201410311040.html> En línea 17 abril 2018.
2Ef 6:11-13; 2Co 11:14; 1P 5:8
31P 5:8-9; Ef 6:11-18

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