No solo de pan

“NO SOLO DE PAN VIVIRÁ EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA
BOCA DE DIOS” (MATEO 4:4).

CUANDO ÉRAMOS NIÑOS, en casa hubo siempre un perro, un gato o un
pájaro. Después de tantos años, aún recuerdo sus nombres. Nuestro
primer perro se llamaba Butch. Nuestro primer gato fue Boots y el nombre
de nuestro periquito era Pretty Boy.
Los animales nacen con ciertos instintos. Un gatito sabe cómo ser un
gato sin tener que ir a una escuela para gatos. Los monos saben cómo
ser monos y las aves saben cómo ser aves. Pero la gente no sabe
comportarse como per­sonas civilizadas a menos que alguien se lo
enseñe. Un gato no necesita que le enseñen cómo tiene que asearse o
lavarse la cara. Por desgracia, la especie con la dignidad más elevada
de la creación de Dios carece de ese instinto. Si alguien no enseña a
una persona cómo tiene que lavarse la cara, nunca sabrá hacerlo.
Por fortuna, la gente es capaz de aprender a lavarse la cara y mantener
un aspecto aseado. Aprendemos a leer y a escribir. En la escuela se nos
enseñan las habilidades necesarias para vivir en este mundo. Asimismo,
de la Biblia, la Palabra de Dios, aprendemos cosas sobre los aspectos
más importantes de nuestra vida: la vida espiritual.
Vamos a la escuela para formarnos con el fin de poder ganarnos la vida
y el sustento para nosotros y nuestra familia. Sin embargo, aunque es
importante, Jesús dijo: “Escrito está: ‘No solo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios'” (Mateo 4:4).
Queremos que nuestros hijos se desarrollen correctamente. Por eso
pone­mos todo nuestro empeño en que, ya desde la más tierna infancia,
aprendan a leer y escribir… y a lavarse la cara. Pero hay algo aún
más importante: que­remos que conozcan la Palabra de Dios. En 2
Timoteo 3:15 leemos: “Desde la niñez has sabido las Sagradas
Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la
fe que es en Cristo Jesús”.
La sabiduría que procede de las Escrituras, además de hacernos sabios
en las cuestiones que tienen que ver con nuestra salvación futura, nos
ayudará en mul­titud de problemas en esta vida. Es mi deseo que, a
medida que lee estas meditaciones, memorice el texto para cada día. La
repetición frecuente del versí­culo a lo largo del día, contribuirá
a fijarlo en la memoria.

Dios te bendiga,

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