Esclavos

Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. Santiago 4:17.

¿Oíste alguna vez hablar del “pecado de pensamiento” y del “pecado de omisión”? Ambos pecados son aspectos de una misma realidad, que es el pecado. El pecado comenzó cuando Adán y Eva se alejaron de Dios. Y, lejos de Dios, el ser humano es capaz de realizar las peores atrocidades. Ni tú ni yo podemos imaginar lo que seríamos capaces de hacer si Dios no estuviese en el control de la vida.  El pecado empieza en la mente. Es la absurda idea de creer que puedes vivir sin Dios. Es alejamiento, rebeldía; la búsqueda de los propios caminos e intereses, sin tener en cuenta a Dios.

Por eso, enY al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. Santiago 4:17.

¿Oíste alguna vez hablar del “pecado de pensamiento” y del “pecado de omisión”? Ambos pecados son aspectos de una misma realidad, que es el pecado. El pecado comenzó cuando Adán y Eva se alejaron de Dios. Y, lejos de Dios, el ser humano es capaz de realizar las peores atrocidades. Ni tú ni yo podemos imaginar lo que seríamos capaces de hacer si Dios no estuviese en el control de la vida.  El pecado empieza en la mente. Es la absurda idea de creer que puedes vivir sin Dios. Es alejamiento, rebeldía; la búsqueda de los propios caminos e intereses, sin tener en cuenta a Dios.
Por eso, en los tiempos de Israel, cuando un leproso era curado tenía que mostrarse al sacerdote, y lo primero que este hacía era examinarle la cabeza. La lepra era símbolo del pecado, y el examinarle la cabeza también era simbólico. Es en la cabeza que el pecado empieza; es con las ideas. Son los pensamientos. Los seres humanos vivimos muy preocupados con evitar los actos pe­caminosos, pero nuestra cabeza es un nido de pecado. Un día, escuché a un predicador decir: “Hay gente que nunca entraría, en un motel, con una mujer que no sea su esposa. Pero, para ser un pecador, no lo necesita hacer, porque su cabeza ya es un motel”.
El otro aspecto del pecado es la omisión. No basta hacer cosas malas: no hacer cosas buenas también es pecado. Un ejemplo de eso lo encontramos en la parábola de los talentos. Dos de los siervos fueron aprobados por el Señor; uno fue reprobado. Él no había hecho nada de malo, desde el punto de vista moral; simplemente, se había quedado de brazos cruzados. ¿Quién podría haberlo condenado por eso? Pero, el señor de la parábola reprobó esa actitud.
Desde el punto de vista divino, no basta no odiar, es necesario amar; no es suficiente no robar, hay que trabajar. El cristianismo no es una simple colección de prohibiciones, sino una experiencia dinámica y exuberante de acciones positivas.
La vida cristiana es una existencia plena de acción; acciones buenas en favor de Dios y de los semejantes. Observa a tu alrededor. ¿Qué cosa es ne­cesaria ser hecha? No te quedes de brazos cruzados. No te omitas. Porque “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. los tiempos de Israel, cuando un leproso era curado tenía que mostrarse al sacerdote, y lo primero que este hacía era examinarle la cabeza. La lepra era símbolo del pecado, y el examinarle la cabeza también era simbólico. Es en la cabeza que el pecado empieza; es con las ideas. Son los pensamientos. Los seres humanos vivimos muy preocupados con evitar los actos pe­caminosos, pero nuestra cabeza es un nido de pecado. Un día, escuché a un predicador decir: “Hay gente que nunca entraría, en un motel, con una mujer que no sea su esposa. Pero, para ser un pecador, no lo necesita hacer, porque su cabeza ya es un motel”.

El otro aspecto del pecado es la omisión. No basta hacer cosas malas: no hacer cosas buenas también es pecado. Un ejemplo de eso lo encontramos en la parábola de los talentos. Dos de los siervos fueron aprobados por el Señor; uno fue reprobado. Él no había hecho nada de malo, desde el punto de vista moral; simplemente, se había quedado de brazos cruzados. ¿Quién podría haberlo condenado por eso? Pero, el señor de la parábola reprobó esa actitud.

Desde el punto de vista divino, no basta no odiar, es necesario amar; no es suficiente no robar, hay que trabajar. El cristianismo no es una simple colección de prohibiciones, sino una experiencia dinámica y exuberante de acciones positivas.

La vida cristiana es una existencia plena de acción; acciones buenas en favor de Dios y de los semejantes. Observa a tu alrededor. ¿Qué cosa es ne­cesaria ser hecha? No te quedes de brazos cruzados. No te omitas. Porque “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

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