¿Bomba o perfume?

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Imagen por barnyz

Ocurrió en Nápoles, Italia. Roberto Bernori, joven de veintidós años de edad, se acercó a la ventanilla de un banco. Allí, sigilosamente, le mostró al cajero un pequeño paquete y le dijo: «Es una bomba. ¡Déme todo el dinero que tenga!»

El cajero, sorprendido, no sabía qué más hacer, así que le entregó a Roberto treinta millones de liras italianas, equivalentes a veintitrés mil dólares. El joven salió tranquilamente del banco, arrojó el paquete a un basurero, y se echó a correr hasta perderse en la multitud.

¿Qué pasó con la bomba? El paquete no contenía ninguna bomba. Era sólo perfume francés, cuidadosamente empaquetado y amarrado. «Hasta un perfume sirve de arma en estos tiempos», reflexionó el juez.

Así como un perfume puede disfrazarse de bomba, también una bomba puede hacerse pasar por perfume. Eso, lamentablemente, sucede con frecuencia en sentido figurado, pues hay muchas cosas atractivas y perfumadas que huelen bien y sin embargo destruyen al usuario por tratarse de bombas.

Por ejemplo, en los avisos comerciales el tabaco y el licor se recomiendan por su buen aroma y sabor. Pero ¿quién no sabe que ambos son productos nocivos para el cuerpo y la mente, que los pueden destruir como una bomba de tiempo?

Una mesa bien servida, con sabrosas carnes bien sazonadas, puede parecer una delicia. Pero quizá contenga mucho más colesterol del que puede soportar nuestro cuerpo, y se convierta en una bomba biológica.

Una hermosa mujer puede perfumarse con el más exquisito perfume francés y dejar una estela de frescor en el escritorio de un admirado hombre de negocios. Pero ese perfume puede detonar, como una bomba trampa, y convertirse en hedor de muerte si produce un encuentro que resulta en adulterio.

El engaño, el artificio, la trampa y la mentira nos rodean en todas partes y se disfrazan de fragantes perfumes. En el peor de los casos, esos disfraces llegan a ser tan convincentes que lo que nosotros pensamos que es arrebato, alegría o vida puede estallar y resultar en muerte.

El sabio Salomón estaba muy consciente de la importancia de esta verdad. Tanto es así que en el libro de los Proverbios incluyó no sólo una vez, sino dos veces, el siguiente proverbio: «Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte.»1 En otras palabras, el perfume que nos tiene atolondrados puede ser todo lo contrario: ¡una bomba fétida que contiene además gases tóxicos!

El Único capaz de protegernos de las bombas armadas por los cinco sentidos y el corazón es Jesucristo, el Hijo de Dios. Con Él como Señor, Maestro y Dueño de nuestra vida, podemos estar a salvo. No nos dejemos engañar. Pongamos nuestra vida en sus manos. De hacerlo así, Cristo nuestro Salvador nos librará de toda bomba que pretenda ser perfume.

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Pr 14:12; 16:25

Un Mensaje a la Conciencia

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