«Camino del indio»

El satélite de la NASA terminó de hacer su recorrido en el espacio. Su misión —la misión que le encomendaron los técnicos— había sido tomar fotografías de la superficie terrestre. Sus cámaras especiales habían estado enfocadas sobre el cono sur de América, precisamente sobre el territorio de Chile.

Cuando los técnicos desarrollaron las fotos, se asombraron y se felicitaron. Vieron un camino, un camino de piedras trazado perfectamente sobre las faldas de la cordillera de los Andes. Era un tramo, desconocido hasta entonces, del camino del Inca, aquel formidable emperador de la América precolombina, cuyo imperio se extendió desde Chile en el sur hasta Colombia en el norte.

¡Notable descubrimiento este! Los incas fueron constructores sobresalientes, no sólo de palacios, templos, y fortalezas, sino sobre todo de caminos. Desde la Araucanía en el sur hasta los llanos colombianos en el norte, y desde las costas del Pacífico hasta bien adentro de las montañas y las selvas por el este, los incas trazaron magníficas rutas empedradas. Bien cantó Atahualpa Yupanqui: «Camino del indio, sendero coya sembrao de piedras; camino del indio que junta el valle con las estrellas.»

Fue merced a sus caminos que los incas edificaron su imperio. Sin esos caminos que atravesaban desiertos, salitrales, bosques, selvas, montañas y valles, hubieran quedado pobres, aislados y retrasados. Con caminos, que son como venas y arterias por donde corre la vida, levantaron una civilización poderosa que sólo cedió a la codicia de los españoles.

Hubo una vez un rey, mucho más glorioso y poderoso que el Inca, que también trazó un camino. No fue un camino de piedras. No fue un camino largo de centenares de leguas. No fue un camino que unió en una red inmensa a Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Fue un camino nuevo y vivo que unió la tierra con el cielo cuando unió al pobre pecador perdido con el Dios Altísimo y Todopoderoso, Señor de la gloria.

El constructor de ese camino, y a la vez el Camino mismo, fue Jesucristo, Aquel que dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí» (Juan 14:6). Es por ese camino vivo y llano que podemos llegar a Dios y recibir la vida eterna.

Hermano Pablo
Un Mensaje a la Conciencia
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