«Como el gallo de Morón»

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Imagen por rzlatko

A mediados del siglo dieciséis, los miembros del concejo de Morón de la Frontera se negaron repetidamente a pagar los tributos que les correspondían. Así que la Chancillería de Granada, que tenía la jurisdicción para intervenir en tales asuntos, envió a uno de sus más severos comendadores a aquel pueblo sevillano con el fin de obligarles a que los pagaran. Tan pronto como llegó al pueblo, el comisionado convocó a los regidores y les exigió con voz iracunda el pago de los impuestos. Ante esto, uno de ellos se atrevió a interrumpirlo, saliendo en defensa de los pobladores. Pero el comendador lo calló con estas palabras: «¡Silencio, villano: en este corral no canta más gallo que yo!»

Al enterarse los habitantes del pueblo, molestos por semejante demostración de orgullo, resolvieron darle una merecida lección al brusco advenedizo. Mediante engaños, consiguieron que el comendador acudiera él solo a una cita en un camino en las afueras del pueblo, y allí aprovecharon la oscuridad y el factor sorpresa para darle una soberana paliza. Sin embargo, tamaño escarmiento no mermó en absoluto la presunción ni redujo siquiera un ápice la arrogancia de aquel granadino prepotente, pues al día siguiente, tullido y adolorido, volvió para exigir con la misma soberbia e insistencia el pago de impuestos. De ahí que suela decirse de una persona orgullosa que ha sufrido un revés o una derrota, y que sin embargo se obstina en mostrar una actitud de altivez: Como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando.1

Lo que no dice ninguno de los paremiólogos que han escrito acerca del gallo de Morón, que por cierto no concuerdan en algunos detalles de su origen, es que este refrán no atañe únicamente a simples mortales como aquel comendador. Puede aplicarse igualmente a nuestro mayor adversario, a quien San Juan identifica como Diablo y Satanás.2 Pues el diablo es un engañador astuto, dedicado a convencernos de que debemos pagar el precio de nuestros pecados que Jesucristo, el Hijo de Dios, ya pagó al morir por nosotros en la cruz del Calvario. Gracias a Dios, por medio del Apocalipsis, Cristo, que es el archienemigo de Satanás, descorre el telón del fin de los tiempos para que podamos ser testigos de la soberana paliza que Él, como Rey de reyes y Señor de señores,3 ha de darle a aquel presuntuoso.

Con lujo de detalles, vemos que se desatará una guerra en el cielo, y que Satanás y sus huestes le harán frente al arcángel Miguel y sus ángeles. Pero al no poder vencer, ya no habrá lugar en el corral del cielo para ese gallo altivo. Así que será expulsado, junto con sus huestes, y arrojado a la tierra, y sin embargo acabará no sólo sin plumas,sino también cacareando. Es que, lleno de furor, volverá a dedicarse a engañar al mundo entero y a hacer guerra contra todos los que obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesucristo.4 Pero gracias a Dios, éstos podrán cobrar ánimo, confiados en que, cuando todo se haya dicho y hecho, van a ser ellos los que cantarán victoria.

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1José Calles Vales y Belén Bermejo Meléndez, Dichos y frases hechas (Madrid: Editorial LIBSA, 2000), p. 110; Gregorio Doval, Del hecho al dicho (Madrid: Ediciones del Prado, 1995), pp. 199-200; Luis Junceda, Del dicho al hecho (Barcelona: Ediciones Obelisco, 1991), pp. 117-118.
2Ap 12:9
3Ap 17:14; 19:16
4Ap 12:7-17; 14:12

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