DESTRUCTOR DE BARRERAS
Destructor de barreras
Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores (Mateo 9: 13).
EL MENSAJE DEL EVANGELIO ES QUE JESÚS vino a destruir barreras. Los seres humanos somos aficionados a erigir obstáculos y muros de separación. Cristo vino a derribarlos. Desde su mismo nacimiento, Jesús comenzó a destruir las murallas de separación. Con su presencia, aunque humilde, empezó a derribarlas una tras otra. Ante él, las barreras comenzaron a caer.
La mención de mujeres en su genealogía nos indica que en Cristo, ya no existen barreras entre hombres y mujeres. En las culturas antiguas, las mujeres eran oprimidas y discriminadas. Como el apóstol lo dijera: «Ya no hay […] hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús» (Gal. 3: 28). La barrera del desprecio se cae; la de los sexos se derriba. Cristo vino a señalar que hombres y mujeres son iguales delante de Dios.
Los ejemplos de Rahab y Rut revelan que la barrera entre judíos y gentiles desaparece en Cristo. La barrera entre razas y castas ya fue derribada. En Jesús, no hay más judío ni gentil: «Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad. Él vino y proclamó paz a ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por medio de él tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu» (Efe. 2: 14-18).
La barrera entre el santo y el pecador también se cae en Cristo, pues vino a buscar a los pecadores. En Jesús no hay más prejuicios ni barreras de ninguna clase. Todos somos uno en Cristo. «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; […] sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús» (Gal. 3: 28).
Que Dios te bendiga,
Diciembre, 30 2010
El cántico más revolucionario
Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia (Mateo 5: 5).
EN EL PRIMER CAPÍTULO DEL EVANGELIO de Lucas se registra el canto de María (vers. 46-56). Fue el canto que entonó en gratitud a Dios por escogerla como la madre del Mesías. Es uno de los himnos más grandes de la fe cristiana. Hoy se lo conoce con el nombre de Magníficat, por ser esta la primera palabra del canto en la versión latina. Está saturado de ideas tomadas del Antiguo Testamento, especialmente del canto de Ana, cuando nació Samuel (1 Sam. 2).
Es el cántico más revolucionario de los documentos del cristianismo. Habla de tres revoluciones de Dios. La primera nos presenta una revolución moral: «Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios» (vers. 51). El cristianismo se rebela contra el orgullo. El mensaje cristiano es una protesta contra la soberbia. Para Cristo lo que valía era la humildad: «Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece» (Mat. 5: 3).
La segunda es una revolución social: «De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes» (vers. 52). Los humildes aquí son los que sufren la opresión de los poderosos. Son los que no tienen influencias, los avasallados por la prepotencia de los que se creen ser algo, los marginados de la sociedad. Cristo vino a ser su defensa. Cuando Cristo reina, ellos son exaltados.
La tercera es una revolución económica: «A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías» (vers. 53). Donde prevalecen los principios cristianos, no hay escasez, porque un cristiano es alguien que comparte con los que no tienen. Donde se cumple el ideal cristiano, no hay hambre, porque Dios tiene muchas manos que dan.
Estas revoluciones comenzaron con el nacimiento de Cristo, y a través de los siglos han transformado a la humanidad. Ser cristiano es ser un guerrero de Dios en un mundo donde prevalecen la soberbia, el ultraje y la destitución: «Seguir a Cristo significa duras batallas, labor activa, guerra contra el mundo, la carne y el maligno» (En los lugares celestiales, p.117).
Que Dios te bendiga,
Diciembre, 31 2010
soy principiante…a pesar de estar seguro que jesus es la via. ello demanda de mucho desprendimiento. estoy seguro de que puedo. he venido trabajando muy duro para comprender la vida en Cristo Jesus. Las reflexiones que ustedes punen a servicios de todos son muy atractivas. No lo busco porque me siento perdido sini porque me siento atraido. soy un defensor empedernido de los buenos actos, como elemento importantes para acercaeme a Dios.
No temo en hacerlo. Dios da la esparanza, tranquilidad paz y fianalmente la felicidad, que de verdad no es un asunto de suerte, sino mas bien es un plan. gracias.