EL REINO ESTA AQUI
El reino está aquí
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo (Filipenses 3: 20).
LOS APÓSTOLES ENSEÑABAN QUE POR EL HECHO de haber venido el Mesías, el reino de Dios había sido inaugurado. La nueva era había comenzado. En la persona de Cristo, la hegemonía divina había invadido este mundo. Cristo reina ahora espiritualmente: «Porque es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte, pues Dios “ha sometido todo a su dominio”» (1 Cor. 15: 25-27).
Ahora podemos pertenecer a este reino. Dice el apóstol: «Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el perdón de pecados» (Col. 1: 13, 14). Hoy en día, mientras caminamos en este mundo, pertenecemos al reino de Cristo. En virtud de lo que Cristo hizo, Dios nos ha trasladado del reino de las tinieblas al reino de su Hijo, que es el reino de la luz. Antes nos debatíamos en el pecado y la miseria de este mundo, pero Jesús nos redimió y nos hizo ciudadanos de su reino glorioso.
El apóstol Pablo era ciudadano judío y ciudadano romano. Pero lo que más lo enorgullecía era ser ciudadano del reino de Dios. Es maravilloso que por medio de Cristo podemos serlo desde ahora.
Sin embargo, solo llegamos a ser ciudadanos del reino de Cristo si él reina en nuestras vidas. Él debe ser el Señor de nuestra voluntad y nuestros intereses. Meditemos en esto: «No por las decisiones de los tribunales o los consejos o asambleas legislativas, ni por el patrocinio de los grandes del mundo, ha de establecerse el reino de Cristo, sino por la implantación de la naturaleza de Cristo en la humanidad por medio de la obra del Espíritu Santo»
Bendiciones espirituales
Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo (Efesios 1:3).
PUESTO QUE LA VENIDA DE CRISTO INAUGURÓ el reino de Dios entre nosotros, ya podemos gozar las bendiciones que trae en su estela. Las promesas del Antiguo Testamento a los judíos en relación con el niño, eran de paz, abundancia y larga vida. Había promesas materiales y promesas espirituales. Cuando Cristo vino, prometió a sus seguidores que, en este mundo, tendrían bendiciones mayormente espirituales. Las bendiciones materiales vendrían después, con la consumación del reino. Esto encierra una gran verdad: Para que podamos gozar verdaderamente lo material, tenemos que aprender a gozar primero lo espiritual. En el orden divino, lo espiritual es primero. Es la única manera de garantizar que lo material no nos corrompe. Fue allí donde los judíos tropezaron. Querían primero lo material, y luego lo espiritual. Por eso rechazaron a Jesús. No estaban interesados en las cosas del espíritu. No se dieron cuenta de que después de las bendiciones espirituales vienen las materiales.
La hegemonía divina que Cristo representaba, traía muchas bendiciones espirituales en su estela, para que los que lo aceptaran empezaran a gozarlas de inmediato. Son realmente bendiciones de la vida futura, son goces escatológicos que pertenecen intrínsecamente al futuro, a la consumación, pero que empezamos a gozarlos desde ahora en virtud de nuestra relación con Cristo. El reino de Dios, por decirlo así, ha invadido este mundo en la persona de Jesús, y trae consigo bendiciones que se pueden empezar a disfrutar en el presente. Mientras caminamos por este mundo, podemos estar conscientes de que, como ciudadanos del reino de Dios, podemos gozar estas bendiciones aquí y ahora.
Meditemos: «Cristo anhelaba llenar al mundo con una paz y una alegría semejantes a las que se encuentran en el mundo celestial […]. Él trajo al mundo todas las bendiciones indispensables para la felicidad y la alegría de cada alma» (Hijos e hijas de Dios, p. 303).
Que Dios te bendiga,
Noviembre, 17 2010