El dulce del trapiche
«Para nuestras almas de campesinas el trapiche era… la gloria —cuenta Mamá Blanca en sus Memorias—. Todo en él halagaba la vista, el olfato, el paladar, el oído….
»En el trapiche amplio y generoso no había casi paredes ni había casi puertas; nada se encerraba; ¡adelante todo el mundo! Entraba el sol; entraba el aire; entraba el aguacero; entraban las legiones de avispas doradas y zumbando a buscar dulce; entraban las yuntas lentas con los carros anchos y los montones de caña bien trabados que los gañanes descargaban de un golpe y dejaban firmes en el suelo detrás de los carros, en busca de dulce, lo mismo que las avispas; entraban los hijitos de los peones con una cazuela en la mano, a pedir: “de parte de Mamá que si me hacen el favor de unas migajitas de raspadura o un pedacito de papelón roto para el guarapito de esta noche”. Como a las avispas se les daba la raspadura o se les daba el pedazo de papelón roto, a nadie se decía no….
»… Zumbando y volando… como las avispas y los chiquitos de los peones, por entre yuntas de bueyes y montones de caña…, entrábamos [también] las niñitas a buscar dulce, a estorbar el trabajo…. Cada cual por su lado [corría] a pedirle a un peón que “nos pelara una cañita”. El peón aludido dejaba su quehacer, escogía una caña, la pelaba con el machete, la dividía en gajos, y cada niñita [se iba] con su caña enarbolada, chupando y goteando zumo….
»… Puedo asegurar que en el trapiche, esperando el momento propicio de soltar la molienda, chupando gajos de caña, con las manos pegajosas y con varios riachuelos de zumo corriéndome por el cuello y por los brazos, pasé los ratos más amenos de mi vida…. [Con razón que] el trapiche brilla… en mis recuerdos.»1
¡Qué recuerdos tan gratos los que despierta también en muchos de nosotros esta descripción que hace del trapiche la escritora venezolana Teresa de la Parra en su novela clásica titulada Las memorias de Mamá Blanca! ¡Y qué interesante que lo recuerde como «la gloria»! Es que la gloria es uno de los nombres con que nos referimos al cielo. Y resulta que el cielo descrito en las Sagradas Escrituras se asemeja en parte al trapiche que describe Mamá Blanca, incluso la entrada.
Por una parte, el cielo es tan amplio y generoso como el trapiche: «¡Adelante todo el mundo!» Tanto los hijos de los dueños como los hijos de sus sirvientes tienen en común que llegan al cielo en busca de dulce: la dulce presencia de Dios. Y cada uno queda más satisfecho que nunca al disfrutar de ella.2 Pero, por otra parte, Jesucristo advirtió que sólo entrarán en el cielo los que hacen la voluntad de su Padre celestial.3
Más vale, entonces, que reconozcamos que la voluntad de Dios Padre es que ninguno de nosotros se pierda de ir al cielo, sino que todos nos arrepintamos de nuestros pecados para así poder entrar en esa gloria por el único camino, que es Jesucristo su Hijo,4 y disfrutar de su dulce presencia divina.
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1 | Teresa de la Parra, Las memorias de Mamá Blanca (Caracas: Monte Ávila Editores, 1985), pp. 123-28. |
2 | Sal 16:11; 43:1-4; Hch 2:26-28 |
3 | Mt 7:21 |
4 | Mt 18:14; Jn 3:16; 6:40; 14:1-6; 1Ti 2:3-4 |